Carreras en el cielo

Antonio Sandoval Rey

A CORUÑA

ANTONIO SANDOVAL

Es el mejor momento para observar vencejos sobre la ciudad

01 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Llevaba un día complicado, de demasiado trabajo frente a las pantallas del ordenador y el móvil. Cuando por fin pude terminar lo que tanto me ocupaba, me sentía como si esas pantallas cuadradas y brillantes me hubieran abducido. Lejos de experimentar el más mínimo alivio por haber acabado mi tarea, era como si, de tanto teclear y leer en ellas durante horas, todo cuanto soy hubiese sido absorbido por unas ondas electromagnéticas parecidas a las que hacían aquellas cosas tan raras en Poltergeist, la película de los 80 que tan mal rollo daba.

Levanté la vista hacia la ventana en busca de desahogo. Pero claro, ¡era cuadrada también! Por un instante de vértigo, me imaginé mirando al mundo desde los circuitos del otro lado de una pantalla. Pero desde dentro de ella, no desde el otro lado de una cámara de Skype. Mi organismo y mi consciencia se habían mezclado allí dentro con las entrañas de la máquina para convertirme en... 

Ya están aquí

Justo entonces, un vencejo atravesó el azul con mucha más prisa que el conejo de Alicia. Y así como esta decide seguirlo hasta su madriguera, para luego deslizarse por ella hasta el País de las Maravillas, yo decidí salir a la calle a maravillarme una tarde más. Mientras bajaba por las escaleras, repetía para mí: «Ya están aquíiii...». Porque es sobre todo al atardecer cuando los vencejos se congregan en torno a sus colonias urbanas para volar en grupos, a menudo como si hicieran carreras.

No hay como pasar la última hora de luz del día contemplando las acrobacias aéreas de estas aves. Entre otras cosas, porque es un espectáculo que jamás cabrá en una pantalla. Por más que intentes grabarlo, por ejemplo para colgarlo en tu canal de Youtube, solo conseguirás algunos momentos en los que se vea a los vencejos, de tan vertiginoso e impredecible como es su vuelo: se te saldrán de encuadre constantemente. Tampoco valen de mucho los prismáticos, porque, si estás a la distancia adecuada, estos pájaros pasarán a tal velocidad que tendrás que girar el pescuezo una y otra vez. Y mucho más rápido que el público que asiste al paso súbito de las vainas en la trepidante carrera del Episodio I de la célebre La Guerra de Las Galaxias

Chillidos de satisfacción

Ni el mismísimo Anakin Skywalker a bordo la suya, con todo su precoz dominio de La Fuerza, sería capaz de seguir el ritmo a los vencejos. Pero es que además estos, en lugar de perseguirse por las estrecheces un cañón del desértico planeta Tatooine, lo hacen por el cielo abierto, sin más límite que su capricho.

Cuando cada poco descienden de allí, se les oye chirriar con un reclamo muy agudo, como si celebraran su perfecta coordinación. Es un júbilo de lo más contagioso. Te dan ganas de acompañarlos con una voz de ánimo. Incluso de unirte a su vuelo sincronizado, libre y veloz.