Un alcalde extraordinario para A Coruña

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

menendez.Joaquín López Menéndez en sus años como alcalde en María Pita, entre 1981 y 1983
Joaquín López Menéndez en sus años como alcalde en María Pita, entre 1981 y 1983 BLANCO

Joaquín López Menéndez demostró en 1981 lo que un regidor es capaz de poner en marcha en una ciudad cuando esgrime capacidad de diálogo y pacto con la oposición

27 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Qué capacidad tiene un alcalde para decidir el presente y el futuro de su ciudad durante su mandato? ¿Qué obras puede hacer en esos cuatro años de legislatura? Para intentar responder a estas preguntas recordaré lo que un buen regidor fue capaz de hacer en solo medio mandato.

Joaquín López Menéndez, cuya pérdida lamentamos desde el domingo, fue alcalde de A Coruña entre abril de 1981 y mayo de 1983. En esos dos años puso las bases del plan general, resolvió la conexión con la autopista, aprobó la reforma del estadio de Riazor para que fuese sede del Mundial 82, impulsó mejoras en el aeropuerto, creó la Orquesta de Cámara Municipal, recuperó el Festival de Cine y la Ciudad Deportiva de A Torre, abrió un nuevo tramo de la ronda de Outeiro, inició la Escuela de Idiomas, proyectó los mercados municipales de Monte Alto y la Falperra...

Hoy contemplo la ciudad sin ocultar cierto desánimo, pues observo la parálisis que inmoviliza infraestructuras tan necesarias como Alfonso Molina, el puente de A Pasaxe, la estación intermodal o el tren a Langosteira. Y mientras los proyectos más ambiciosos se pudren en los cajones, los baches se comen las calles desatendidas, y el botellón, nuestros históricos jardines, me pregunto si tendremos la suerte en las inminentes municipales de mayo de que salga de las urnas un coruñesista tan convencido y entregado a la causa como Joaquín López Menéndez.

El célebre alcalde ni siquiera lo tuvo fácil. Hubo de enfrentarse a la mayor herida en el orgullo coruñés, la fijación en Santiago de la capital de Galicia, una brecha en la autoestima que sacó a 100.000 ciudadanos a la calle el 8 de junio de 1982 y los sumió en un período oscuro que marcó el mandato de López Menéndez (UCD). Su convulsa legislatura arrancó al ganar una moción de censura contra Domingos Merino y formar un pentapartito, un gobierno de concentración que incluía a la derecha de Alianza Popular y a la izquierda comunista. Con ese cóctel molotov fue capaz de decidir el presente e impulsar el futuro de la urbe. ¿Cómo? Con un coruñesismo inquebrantable y admirado por todos los partidos. Por eso cuando la UCD lo expulsó de la agrupación por su lucha por la capitalidad e intentó quitarle el acta de concejal, los demás grupos del pleno lo apoyaron y mantuvieron en el cargo hasta las elecciones de 1983.

La capacidad para pactar con otras fuerzas políticas es la clave de todo lo que López Menéndez fue capaz de hacer por su ciudad en solo dos años, y debería mostrar a futuros regidores del Ayuntamiento el camino a seguir si quieren, de una vez por todas, desbloquear con otras Administraciones proyectos tan complejos como Alfonso Molina o el puente de A Pasaxe.