¿Somos más felices los coruñeses?

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

ANGEL MANSO

25 oct 2018 . Actualizado a las 13:00 h.

Que los gallegos somos los españoles menos felices, aunque lo diga un estudio del CIS, me cuesta creerlo. En cambio, no pongo en duda que los coruñeses tenemos un nivel de felicidad alto, si damos por buena esa misma encuesta. Le habrán preguntado solo a diez coruñeses, vale, pero me creo que esos diez hayan dado una respuesta optimista, incluso en una semana tan nefasta para la ciudad como esta. En una semana dura en la que ha sido urgente mostrar toda la solidaridad con los empleados de Alcoa, que tienen encima la nube negra.

Al parecer, según lo que cuenta el estudio, los de esta ciudad estamos en unos niveles bastante afortunados de felicidad, con una calificación notable de 7,6, muy equilibrada con el resto del país, y muy por encima de los ciudadanos de Ourense, Pontevedra (o sea, Vigo) y Lugo, que son los más tristes. Y sinceramente creo que, en general, esa ilusión se percibe. No digo que estemos tan fuera de la realidad como para caminar happys por la vida, que siempre tiene golpes duros; sin embargo, no creo que en Coruña haya un sentimiento masivo de victimismo como hay en otros lugares. Es raro que un coruñés se pase el día choromicando, que a la pregunta de «¿Cómo estás?», tuerza la boca y responda: «Nunca peor». Es más factible, tal vez por la locura del viento del nordés, que afrontemos los reveses con cierta naturalidad, porque si por algo pongo la mano en el fuego es por que los coruñeses tienen la autoestima alta. Ese orgullo de ser de aquí, ese nosequé que nos lleva al hedonismo, es contagioso. Así que es poco probable que cuando nos dan un golpe en el estómago, como el de esta semana, caigamos en la reacción de un miñaxoia, ni tampoco, es verdad, en el calentón rabudo del que anda todo el año con el rencor encima.

Aquí nos gusta vivir bien, si por vivir bien entendemos con la calidad de un entorno que no es agobiante, en unas dimensiones que no son exageradas y con la proximidad que hace que el día a día sea más fácil. Tal vez por eso, los coruñeses hayan dicho que son razonablemente felices, porque no nos sofoca el calor ni nos morimos de frío, porque no nos asfixian las distancias, porque tenemos el océano al lado y porque tendemos a saborear los pequeños placeres. Pero también hay en todo eso algo de aprendido, como sucede en todas las familias, de heredado, hasta generar este sentimiento de sensata alegría. Esa forma de ser y de vivir puede ser analizada como lo más parecido a la felicidad, incluso cuando las cosas se ponen feas. Porque si algo tenemos claro los coruñeses es que no vamos a dejar de sonreír ni de salir a la calle a disfrutar; y no es una frivolidad. Es la mejor satisfacción que nos podemos dar.