La carrera de la victoria colectiva

pablo varela / A. A. A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Disfraces, algunos obstáculos y muchas sonrisas dieron color y alegría a la fiesta de la inclusión en Galicia

21 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

No habían pasado ni cinco minutos desde la primera salida, y algún niño ya quería hacer el recorrido al revés tras vislumbrar tras de sí a un amigo. En ese ambiente alegre, cálido e informal transcurrió la quinta edición de la Carrera Enki, que congregó a lo largo de la tarde de ayer a 7.500 personas en una fiesta por la inclusión que ya se ha convertido en la más multitudinaria de Galicia de esta índole.

Fueron 2.000 metros de recorrido que llenaron de colorido el paseo marítimo de Riazor y certificaron que, muchas veces, lo de menos es llegar a la meta. Antes del pitido inicial, Leonardo Mouzo, de Camelle, se miraba a sí mismo ataviado de Eduardo Manostijeras. «Mi hijo tiene diversidad funcional, y venimos aquí a estar con él», explicaba sonriendo. Por las cercanías, grupos de participantes disfrazados de Capitán América o Superman, porque la cosa iba de héroes y de dejar la kriptonita a un lado.

La cita congregó a públicos de todas las edades. Carmen Touza, directora de Enki, lamentaba que «las plazas se agotaron en apenas unos días y mucha gente se quedó fuera». Estima que, de la cifra total de asistentes, más de un 10 % eran menores de diez años. Y entre la multitud, un 8 % de valientes con diversidad funcional, siempre con una sonrisa y atentos a las indicaciones de los speakers.

Jonathan, uno de ellos, puso a prueba su resistencia con el calentamiento previo en forma de baile. El «¡manos en el aire!» se repitió en varias ocasiones y, a buen seguro, sirvió para el trayecto de después. En apariencia, casi un campamento militar: obstáculos en forma de neumáticos, confeti, una carpa de zombis acechando en la oscuridad y mucha harina. Nada les frenó, porque el premio estaba conseguido ya al empezar: reírse de uno y con todos.

Entre tropiezos y diversas camisetas del Deportivo destacando en la marabunta, se escapaba algún crío al borde de las vallas al escuchar los ánimos de su familia. También los mayores estaban disfrazados. «Es un canto a la diversidad y por la inclusión», resolvía Touza, «porque nadie es mejor ni peor que otra persona».