«Me dijeron que si quería vivir tranquila comprara en el monte»

Mila Méndez Otero
M. Méndez A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

MARCOS MIGUEZ

Una mujer de Vioño asegura que no puede seguir en su piso por el exceso de decibelios de un centro deportivo

24 sep 2018 . Actualizado a las 14:45 h.

María no se siente a gusto en casa. Un piso en propiedad con vistas al parque de Vioño en el que vive con su pareja, Manuel, desde hace casi diez años. Ella huye de su hogar. El motivo no es otro que los ruidos «de discoteca» que emite el local de clases de zumba y fitness que desde hace dos años se instaló en el bajo de su edificio. Ese fue el inicio de su pesadilla. «De nueve de la mañana a once o doce de la noche, depende del día, no puedo ni escuchar la televisión en mi salón. Tengo que poner los cascos», cuenta con las lágrimas en los ojos.

Tiene sobre la mesa del comedor un cúmulo de informes policiales y médicos. A esta pila de papeles añade las cajas de pastillas, antidepresivos y ansiolíticos, que toma por prescripción psiquiátrica desde que comenzó su disputa con la academia deportiva. Alega que intentó dialogar. «Ante su negativa a insonorizar debidamente el local, donde las paredes están con el ladrillo a la vista», describe, recurrieron a Urbanismo del Ayuntamiento.

«Nos dijeron que teníamos que llamar a la Patrulla Verde para que hiciera una medición. Así lo hicimos. Fue en el verano del 2016 y dio 44 decibelios. El máximo, según recomienda la normativa municipal, son 35 dB en un dormitorio, donde se ejecutó la medición, y 40 dB en el resto del espacio residencial durante el día. Entre tanto, vinieron también agentes de la Policía Local y de la Policía Nacional», apunta. «El nivel de decibelios dificulta mantener una conversación con la propietaria en su casa durante la visita», dice uno de los atestados. «Desde su piso se escuchan las conversaciones, con un tono de voz normal, de las alumnas y el profesor», detalla el otro.

Llega el cierre

Un día sus protestas parecieron cundir efecto. Llegó la orden de cierre de Urbanismo «que entregaron los propios agentes de la Patrulla Verde a la academia», subraya su pareja, Manuel. «A las dos semanas nos llegó un burofax para informar que desde la academia se iban a decidir a insonorizar el local. Los ruidos ahora son iguales o peores. ¿La solución? Tuve que dejar mi casa y pagar un alquiler por otro piso durante un año por el ruido», relata nerviosa.

Después de un año en alquiler, ahora han vuelto a su casa. Desde que se levanta hasta pasadas las once de la noche pasa el día fuera. «Este verano ha vuelto la Patrulla Verde a medir los niveles de ruido -María los busca en la mesa-, aquí está». La cifra de decibelios es mayor a la de hace dos años: 48 dB.

Apoyo de los vecinos

Tiene el respaldo de los otros residentes del inmueble. «Entregaron en el registro municipal una carta donde respaldan mis quejas, firmada por el presidente de la comunidad. El ruido llega hasta el quinto piso. Nosotros, como somos el primero, somos quienes más lo sufrimos», lamenta María. También tiene un informe psiquiátrico pericial que «me costó 1.200 euros». Habla de un cuadro de depresión y ansiedad. «Le hemos entregado el segundo informe del ruido a Urbanismo. Me dicen que no están aquí para hacerme sentir bien y los de la academia me sueltan que si quería vivir tranquila hubiera comprado una casa en el monte», reprocha.

El caso: en la Justicia

Desesperados, han decidido recurrir a la Justicia. «La huelga también nos ha fastidiado. Es por consejo de mi abogado, mientras no se celebre el juicio, por lo que no muestro la cara», justifica. María, aguarda esperanzada el apoyo del grupo de gobierno. «En el último encuentro que hicieron con los vecinos, el Dillo Ti en Os Mallos, hablé con el alcalde, Xulio Ferreiro, y con el concejal de Urbanismo. Comprendo que no pueden estar al tanto de todas las quejas. Me han asegurado que van a estudiar mi caso. Tengo fe». Precisamente, el Concello indica que «xa se lle requiriu ao local a mellora do illamento acústico».

La academia: «Quieren cerrarnos el local por una hora a la semana de una actividad»

Desde la academia de Os Mallos contradicen su versión. «Es un centro de actividades deportivas, hacemos entrenamientos personales. Tenemos solo una actividad, una hora a la semana, donde la música puede estar más alta. Siempre hemos tendido la mano. Desde el día de la inauguración, a las siete de la tarde, vino a quejarse. Le aseguramos que si había que hacer alguna corrección, estaríamos dispuestos», argumenta el responsable, que prefiere no dar el nombre. «Tenemos un equipo de música, sí, cuando en un momento concreto le doy volumen no estoy analizando los decibelios», continúa.

«El Ayuntamiento nos pidió una obra y un estudio acústico tras el cierre provisional. Eso hicimos, invertir dinero en acondicionar el espacio. Por eso, nos han vuelto a dejar abrir. Quieren cerrarnos el local por una hora a la semana que es la que crea conflicto. No nos parece justo que su postura no sea buscar una solución, sino exigir el cierre», concluye.