El surfero que bordaba chaquetas

A CORUÑA

@marinoramireztattoo

Marino Ramírez recupera cazadoras antiguas y les da «alma» con los bordados a mano que realiza mientras espera por la ola buena en Barrañán

09 jul 2018 . Actualizado a las 11:26 h.

Si te has cruzado con Marino Ramírez alguna vez esperando una ola en Barrañán puede que lo hayas visto aguja en mano bordando sobre prendas vaqueras su universo imaginario. «Pasa mucho tiempo entre marea y marea y muchas horas hasta que llega una ola buena, así que me llevo mi aguja y mi hilo a la playa y me pongo a bordar. La gente alucina». Nació en Málaga, estudió Bellas Artes y una beca Séneca le trajo por primera vez a Galicia. «Empecé a venir más y más con la furgoneta hasta que decidí quedarme». Se instaló en Arteixo, donde trabaja como tatuador en La Familia Tattoo. «¿Por qué no tatuar como si estuviese bordando?», se pregunta. Marino Ramírez tiene alma de artista. En todas sus versiones.

Llegó al mundo textil después de hacer un curso de estampación en Esdemga, en Pontevedra: «Allí compartí clase con las chicas que estaban estudiando diseño de moda. Me enseñaron a coser y a bordar, y me enganché». De ahí nació su marca de ropa, que lleva su nombre, Marino Ramírez, con camisetas y prendas vaqueras bordadas a mano por este surfero-tatuador-bordador de la comarca. Todo tiene un sentido y un fin: su misión, menos consumo de usar y tirar y más reciclaje. Para sus prendas busca en los mercadillos de segunda mano. «Una cazadora vieja tiene un flow increíble. Me gusta recuperar las cosas que se hacen a mano, que tienen alma», asegura. «Me encanta ir a Barcelona, es donde más encuentro, y perderme horas y horas entre montañas de ropa».

Peces voladores

Sus dibujos, que se pueden encontrar en Instagram como @marinoramireztattoo, tienen un motivo común: los exocoetus, los peces voladores. «Los griegos tenían un visión mágica de ellos», apunta. Por la noche, los peces salían del mar y volaban para dormir en tierra cuando oscurecía. «Esa creencia mágica del mar y sus habitantes, su conexión con todo el planeta y con todos los seres, una especie de visión universal mágica, concuerda con la visión de la marca», asegura.

Borda en sus ratos libres y le dedica mucho tiempo. «Puedes echarle horas; lo peor es cuando acabas de bordar, levantas la chaqueta y te das cuenta que la has cosido a tu pantalón», se ríe. «Son como pequeños hijos», confiesa mientras mira algunas de las fotos de sus prendas. «Es algo que hago porque disfruto, porque me apetece. Me encanta preparar mi aguja y mi hilo. También ir a la mercería, flipan cuando me ven entrar. Les enseño fotos de lo que hago y me miran como si fuera un alien», bromea.

Su objetivo es recuperar el valor de lo antiguo, del bordado, pero dándole el toque actual: «Como en los tatuajes, utilizo la técnica de bordar a mano para hacer cosas que son de ahora; las descontextualizo y les doy valor». Su visión engancha: «Un día me invitaron a un instituto para dar una charla. Los alumnos estaban aprendiendo a bordar, pero hacían cosas más aburridas, como poner su nombre en prendas. Les enseñé todo lo que se podía hacer con las cosas viejas, que se podían conseguir cosas superguapas con técnicas de toda la vida, y se quedaron alucinados».

Le encanta vivir en Arteixo: «Aquí se está muy bien». Los inviernos, para hacerlos más llevaderos, viaja a Indonesia o a cualquier otro lugar en el que encontrar una buena ola. Con él se lleva su costurero. Es parte de Marino Ramírez.