La policía desaloja a dos okupas del edificio tapiado de Alfonso IX

m. C. A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

CESAR QUIAN

Un vecino alertó del allanamiento ayer a través de una ventana

29 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Menos de un mes resistió libre de okupas el edificio del número 5 de la calle Alfonso IX, en la Ciudad Vieja, tapiado a principios de mayo por uno de los propietarios tras año y medio de allanamiento. A primera hora de la tarde de ayer, un vecino de la zona llamó a la Policía Local para comunicar que dos hombres acababan de reventar una de las ventanas de la planta baja que dan a la calle Amargura, protegidas desde dentro por unas tablas de madera, y habían conseguido entrar en el inmueble. Los okupas tuvieron que derribar al menos una parte del tabique de ladrillos levantado delante de la puerta principal de la vivienda para acceder a las escaleras y subir a la última planta, donde se encontraban cuando llegó la policía.

«Según dijeron, entraron para buscar una documentación que les quedó en el tercero cuando se tapió el portal», indicó el dueño del bajo y el primer piso, Fernando, que una hora después seguía haciendo guardia delante de la casa. Este hombre, que hace más de un año emprendió una batalla judicial para conseguir el desalojo forzoso de los intrusos que se instalaron en su propiedad, aseguró que con uno de los que entraron ayer se cruzó en las escaleras en una ocasión y que, según declararon a la policía, «dicen que van a ponerle una denuncia al dueño del tercero por tapiar su vivienda y dejar sus cosas dentro».

El origen del conflicto en el edificio se remonta a enero del 2017, cuando la última ocupante legal del inmueble, una mujer con escasos recursos que vivía de alquiler en el primero, tuvo que abandonar el piso a causa de una subida de renta «abusiva», según apuntaron vecinos del barrio que la ayudaron a encontrar una nueva vivienda. Entonces los okupas ya se habían adueñado del bajo y una información en La Voz alertó de la situación al propietario, que acababa de regresar a la ciudad con su mujer y su hija y tenía pensado mudarse al edificio familiar del casco viejo. Fernando consiguió el desalojo judicial, pero los okupas se trasladaron del bajo al tercero, vendido por su familia a una persona que reside en Madrid, lo que derivó en un penoso proceso para blindar las viviendas, con guardias diarias delante del edificio y enfrentamientos con los okupas, que tuvo su último capítulo hace un mes cuando Fernando se encontró el portal tapiado con bloques de hormigón a iniciativa del otro propietario.