El timador del bebé que necesita ayuda

A CORUÑA

20 oct 2017 . Actualizado a las 18:34 h.

Ella iba caminando por la calle Real al mediodía. Una voz llamó su atención. Hablaba un hombre. Moreno, delgado y no muy alto. Mantenía una conversación por teléfono a su lado. Le explicaba a su supuesta interlocutora una situación desesperada. «Ya fui al Ayuntamiento, pero nada. No estoy empadronado aquí y eso impide que me den ayudas», decía. Al tiempo, intentaba calmar a esa otra persona: «No llores, que aunque no podamos comprar una bombona de butano le calentamos los biberones al niño en el microondas». Pero, a la mínima, se incrementaba el drama: «El bebé tendrá que ir aguantando sin pañales, porque en Cáritas tampoco nos los dan».

A la mujer que escuchaba eso le entró una de esas parálisis que no le permitían reaccionar. Tiene hijos también. No conocía de nada a ese hombre. Pero debería ayudarlo. Darle dinero, quizá. Pero ¿y si es mentira todo? No lo hizo. Siguió andando hacia su casa, con la historia en la cabeza y el corazón encogido. Pensando mal del Ayuntamiento. Pensando mal de Cáritas. Pensando mal de sí misma. Y, sobre todo, pensando en ese bebé y sus penurias.

Dos días después, la misma mujer pasaba por Durán Loriga. De nuevo, una conversación apareció a su lado. «Cariño no te preocupes, que no podemos comprar la bombona de butano, pero por ahora calentamos los biberones del bebé en el microondas». Levantó la mirada. Y, efectivamente, era el mismo hombre. Con la misma conversación. Con el mismo tono. Con la misma angustia. Nada había cambiado.

Llegó a casa y se lo contó a su marido. Este se mosqueó. No daba crédito. Aquello no podía ser verdad. Demasiada casualidad. Acudió a Google, hizo una búsqueda con palabras clave y, ¡voilà!, encontró un caso que encajaba a la perfección con el descrito por su mujer. Había sido en Lugo, en la primavera del año pasado. Hasta las frases cuadraban con el relato. Sí, ese biberón que hay que calentar en un microondas porque a la pareja ya no le da para pagar las bombonas de butano. Y todo lo demás.

El hombre del teléfono, en realidad, tiene una conversación imaginaria que repite en bucle. En cuanto avista una presa pulsa el play. Cuando la mujer quedó por la tarde con unas amigas y se lo contó, una reaccionó al instante: «¡Eso le pasó a mi suegra en Zalaeta hace dos meses!». De nuevo, se repetía el patrón. Ayuntamiento. Bombona de butano. Biberón. Cáritas. Pañales. Y la misma intención de generar compasión para, posteriormente, rascar los bolsillos de sus víctimas. Es probable que ya lo haya logrado con alguna. En esos dos casos estuvo a punto. Seguro que también en los de otras mujeres que, ahora mismo, tendrán una cara de sorpresa al leer esto. La misma que puso mi amiga.