La okupación de Antonio Vázquez

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

25 mar 2017 . Actualizado a las 13:12 h.

No hace falta escarbar mucho para adivinar qué clase de persona es Antonio Vázquez. Radicado en Venezuela desde el año 1958, es uno de esos emigrantes que han dignificado el nombre de Galicia en medio mundo con el sudor de sus frentes, el dolor de sus manos e incontables horas de entrega a un trabajo sencillo pero honestísimo con el que han dado de comer a sus familias.

ANTONIO VÁZQUEZ EN SU CASA DESTROZADA POR LOS OKUPAS
ANTONIO VÁZQUEZ EN SU CASA DESTROZADA POR LOS OKUPAS MARCOS MÍGUEZ

Este perfil lo hemos visto en incontables ocasiones en Uruguay, Suiza, Argentina, Venezuela... Se trata siempre de gallegos honrados que han ido a hacer país, que demostraron una capacidad de adaptación extraordinaria y que, ya de mayores, deciden volver a casa, en parte por pura morriña, en parte por el deseo de recuperar para sus hijos la patria que ellos extrañaron durante décadas, a miles de kilómetros.

Antonio regresó el año pasado de un país inhabitable para preparar el retorno de sus vástagos y acomodarlos en la casa que fue levantando a base de años de tesón, cariño y entusiasmo. Y en Eirís se encontró con una vivienda inhabitable, una propiedad okupada y destrozada sin compasión por intrusos que la fueron despellejando hasta dejarla en el esqueleto.

Desesperado, hundido, con los recursos justos en el bolsillo y su sueño vital aniquilado a los 84 años, tuvo que irse a vivir a casa de su hermana, en Lugo. Es decir, que se convirtió en ocupa (esta vez con ce), atrapado en la maraña legal que le impedía recuperar su vivienda. Cuando mis compañeros Brais Capelán y Marcos Míguez lo entrevistaron esta semana, Antonio se derrumbó y lloró de pura impotencia al tratar de explicar su situación. Y ese llanto desasosegado de un hombre mayor, trabajador y honrado hasta la médula contribuye a explicar el aluvión de adhesiones que su testimonio ha tenido en la página web y el Facebook de La Voz de Galicia. Clamor e indignación en cada comentario. ¿Con qué derecho se puede dinamitar el sueño que una persona honesta ha ido forjando a lo largo de toda una vida?

Uno de los okupas, no contento con haber hecho estragos en el ánimo de Antonio, tuvo la vergüenza de pedirle 2.000 euros por salir de su casa. ¿Puede haber algo más miserable? El propietario -mal hecho-, le entregó en mano 750 que es probable que no vuelva a ver jamás. ¿Por qué accedió? Es difícil saberlo, pero en medio de su desolación descubrimos una vez más el talante digno y noble de nuestro emigrante gallego: «No le guardo rencor -dijo acerca del último okupa de su vivienda-, le deseo que le vaya todo lo bien que le pueda ir en la vida. Está a tiempo de reflexionar y no estropearlo todo». ¡Qué categoría! Desde aquí, mi más sincera admiración para Antonio Vázquez, legítimo okupante de nuestros corazones.