Nicolai se queda en la ciudad

alba deus / d. v. A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

El joven apátrida, en Marina Coruña, desde donde intentara, infructuosamente, marcharse.
El joven apátrida, en Marina Coruña, desde donde intentara, infructuosamente, marcharse. eduardo pérez< / span>

El apátrida, que intentó ser remolcado a Canadá el 22 de julio, se ha encariñado con A Coruña

17 ago 2015 . Actualizado a las 11:16 h.

«¿Dónde está Nicolai?», es la pregunta que se hacen los trabajadores de los distintos centros y locales del dique de abrigo. «Lo vi este fin de semana por última vez», comentó el propietario de la tienda Dique y pesca. A lo que empleados de Mariña Coruña añadieron que hacía cinco días que no se le veía por las inmediaciones.

El apátrida, que intentó salir a mar abierto para ser remolcado a Canadá por un buque en una zódiac el 22 de julio, ha vendido su embarcación hace unas semanas. La razón es que parece haber tomado la decisión de hacer de A Coruña su hogar. Preguntado por los trabajadores del dique acerca de cuándo se volvería a embarcar en su hazaña por el Atlántico, respondió que él, ahora, era coruñés. El estonio se ha instalado bajo el puente en la calle Ánimas, un cortavientos naranja y cuatro cojines conforman su nueva morada. Todo, donación de los operarios del muelle, quienes han apodado a Nicolai con el sobrenombre de «Nicolás, o el pequeño Nicolás, como nos gusta llamarlo», afirmó el empleado de la tienda de pesca. Y es que, los 23 días que lleva habitando el dique, han hecho que muchos estrechen lazos con él. Pocos conocen su historia, otros consideran que esconde secretos, pero todos coinciden en que es agradable y educado. «Tovarishch, camarada en ruso», dice uno de los trabajadores del muelle, dejando ver que el apátrida se ha hecho un hueco entre ellos. «Él mantiene una higiene, se cambia de ropa, es una persona normal», comentó otro empleado, contra lo que alguien pueda pensar al escuchar su historia, fruto de la desesperación de diez años dando tumbos por Europa. Siendo rechazado en su Estonia natal, al ser hijo de rusos, y de Holanda, tras cinco años residiendo en el país. Ahora, una orden lo obligaba a abandonar la Unión Europea durante otros cinco años. Pero lo cierto es que el intrépido apátrida no tiene pensado abandonar la ciudad pronto.

Todos se han habituado a la presencia de Nicolai. «Solo viene a dormir, yo me lo encuentro todas las mañanas cuando entro a trabajar sobre las 7.50, cuando salgo ya no está», comentó Cristina Rico, trabajadora del Instituto Español de Oceanografía en la calle Ánimas. Sus nuevos allegados se preguntaban el por qué de su ausencia durante el día y la razón es que, «ya lo ha echado la Policía Local 6 veces», afirmó Rico. Pero Nicolai mantiene su casa bajo el puente, con una piedra guardiana en el interior, que protege la peculiar vivienda de intrusos y evita que se la lleve le viento que azota la zona.