La ley del silencio que se ha impuesto por la fuerza en el colegio Ramón de la Sagra se vio ayer vulnerada por el estruendo que provocaron un grupo de padres, que decidieron organizar una cacerolada a la entrada del centro educativo para mostrar su indignación por la decisión del Defensor del Pueblo de prohibir la utilización de megafonía en estas instalaciones. Los manifestantes consideran incomprensible que la queja de un vecino por el ruido que produce el timbre (que marca la entrada y salida de clase y el recreo) pese mucho más que las normas que rigen un centro educativo en el que estudian y trabajan quinientas personas.
También desde la dirección del Ramón de la Sagra mostraron su desacuerdo contra esta prohibición, que les obliga a tener que recurrir a los gestos y aspavientos para que los niños entren en clase. «A este paso tamén lle vamos a ter que pedir aos nenos que nin falen nin xoguen no recreo, porque poder facer moito ruído», señaló la responsable del colegio Sara Lavandeira.
Solución
Desde el Ayuntamiento explicaron ayer que ya comunicaron al colegio que no se necesita ningún permiso ni autorización especial para usar el timbre o la megafonía, y que pueden utilizarlo siempre que no se sobrepasen los decibelios que establece la ley para estos dispositivos.