«Todos necesitamos héroes»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

El campeón continúa peleando por su deporte desde fuera del ring

26 sep 2011 . Actualizado a las 11:52 h.

Es el campeón de campeones, algo que, por su modestia y la naturalidad con la que siempre asumió sus éxitos, parece pesarle. Es el referente con el que cualquiera que se suba a un ring en esta ciudad debe medirse. Cuatro campeonatos de Europa y cinco títulos mundiales de kick boxing lo avalan. Y su labor posterior, junto a su hermano Chano, en la difusión y ennoblecimiento de los deportes de contacto ha terminado por convertir a Manolo Planas en alguien necesario. Por sus gimnasios han pasado miles de pupilos, de los que cientos llegaron a competir. Y todo en una ciudad con una afición que en cada velada pugilística cuelga el cartel de «No hay entradas».

-¿Cómo se mete en el Kick Boxing?

-De crío era todo adrenalina, así que mis padres me metieron en un gimnasio de taekuondo para descargar. Allí conocí a uno que hacía full contact y terminamos entrenando en un bajo de un amigo, en el Birloque, que tenía un saco de arena, por nuestra cuenta.

-Eligió un deporte sacrificado.

-Yo he hecho solo lo que me gustaba, así que en ese sentido soy afortunado. Disfrutaba en el ring incluso cuando perdía. Sí son sacrificados los días previos al pesaje, pero peor es carretar ladrillos todo el día. Y además yo ganaba más dinero, conocí medio mundo, hice amigos por todas partes... Lo más grande es la vida del deportista.

-Hay medios que solo hablan de los deportes de contacto si es para dar una mala noticia.

-En este país siempre hubo mucha hipocresía al respecto. Pero cuando surge una figura, todos nos apuntamos al carro. Todos necesitamos héroes, y el boxeo los da.

-¿De dónde viene la mala fama del boxeo?

-Suelen gustar los boxeadores que dan dos noticias: su subida a lo más alto y su posterior derrumbe. Ahí tienes a Poli Díaz, un superdotado, una máquina a la que se le prestó más atención en su descenso a los infiernos que en todos sus logros. Gustan ese tipo de boxeadores que terminan convirtiéndose en víctimas, cuando la inmensa mayoría termina como cualquier otro deportista. Además, hay que tener en cuenta lo dura que es la retirada para un profesional.

-Usted está retirado de la competición. ¿Cómo fue su experiencia?

-Muy desagradable. Ves que pierdes el cariño y la atención de la gente y se ralentiza un ritmo de vida vertiginoso. Cuando un trabajador se jubila a los 65 suele pasar por un bache anímico. Pues imagínate que el retiro llega cuando tienes 35 años y toda la vida por delante. Y acostumbrado a la adrenalina de la competición.

-¿Cuándo supo que era hora de retirarse de la competición?

-Cuando me lo dijo la gente que me quiere. Las manos empezaban a resentirse y surgieron nuevas inquietudes, como la familia, que hacen que pierdas el hambre sobre el ring. Conservas el amor por este deporte, pero viene un tío con más hambre que tú y te puede hacer daño. Es muy duro. Debería prepararse a los deportistas para ese momento, recolocarlos inmediatamente para que no se les caiga el mundo encima.