La Voz reúne a siete de las 14 personas que arrancaron la Acampada Coruña
25 may 2011 . Actualizado a las 15:48 h.«Simplemente me indigné». Lo dice Jorge. Tiene 32 años y trabaja en un negocio familiar. El 15 de mayo fue a la manifestación de Democracia Real Ya. Quería mostrar su desacuerdo con «la corrupción que llevamos viendo desde hace años en las noticias», sin más. Pero en Madrid la gente se quedó en la calle y Jorge y otras 13 personas quisieron convertirse en el eco coruñés de aquello. Pablo, informático de 26 años, vio un haz de luz: «Pensei que así podíamos chegar a mais xente». Y Fran, de 22, una esperanza: «Parecía que el domingo no había pasado nada y este era el modo de obligar a que nos viesen».
Raúl (25 años, diseñador) supo de la convocatoria vía Facebook. Se reunió con todas esas personas. No las conocía de nada. Hablaron y decidieron quedarse. «Tenía una mala leche tremenda. Vi que en Madrid iban a permanecer y dije ?Aquí también lo tenemos que hacer?». Joaquín (22 años) pensó «que podía ser el comienzo de algo». Irene (18) y Ramón (21) coincidieron en la impresión. Llegada la medianoche de ese lunes, eran 14 personas.
No se desanimaron. «Sabíamos que ao día seguinte ía a vir máis xente», recuerda Pablo. Como sus compañeros, prefiere figurar así, con su nombre de pila, sin apellidos y sin un especial protagonismo en esta sacudida de indignación que se ha extendido por toda España. «Yo creo que la primera noche teníamos todos una sensación de locura y de adrenalina bestial -comenta Raúl-. Dormimos todos juntos, hacía un frío tremendo».
La Acampada Coruña entonces no iba más allá de un banco, varias mantas y sacos de dormir. La miniciudad que se ha erigido en el Obelisco entraba dentro del mundo de las quimeras. Y la reacción de la Policía Local ante su atrevimiento permanecía como una incógnita. «Nos preguntaron por la mañana por qué estábamos aquí. Cuando les decíamos que era porque estábamos indignados, se quedaban flipados, como si estuviésemos locos», recuerda Jorge. «Sí, nos decían ?Venga niños, iros a casa?», se ríe Raúl. Pero no se fueron.
La bola rodó por Facebook y Twitter. El martes por la tarde acudieron a la llamada 80 personas. Raúl les explicaba con un megáfono lo que ocurría: «Al ver la respuesta decidimos que nos íbamos a quedar un día más». Otra noche de frío, mientras la locura de estos 14 chicos empezaba a tener respuesta y apoyo por todos lados. Pablo explica que «o mércores foi tremendo. Vimos que había tanta xente que, sen permiso nin nada, montamos a carpa».
Por la tarde la emoción les embriagaba. Estaban viviendo la historia. En directo y como protagonistas. En la concentración ya se contaban 300 personas, de todas las edades, con ganas de hablar. Y de escuchar. «Eu estiven anos e anos recollendo firmas e facendo historias e me chamaban de todo: perroflauta, yonki, búscate un traballo... de todo -confiesa Pablo-. E, de repente, ver que chega un señor formal e quere falar contigo é algo tremendo. Conseguimos credibilidade polas cousas que dicíamos».
A partir de ahí la acampada creció en progresión geométrica. El jueves en la asamblea de las ocho sumaban 500. El viernes, 1.000. Y el sábado se alcanzaron las 2000 personas. En medio de todo ello, un sinfín de opiniones diferentes y, en muchos casos, contradictorias. «Es debate», opina Jorge. «Hai broncas e hai tensión, pero e que ten que ser así. Se non fose así sería que as decisións as estaría tomando unha soa persoa», opina Pablo.
Quedan, sobre todo, momentos para el recuerdo. Y la piel de gallina. «El sábado cuando la gente se puso el esparadrapo para hacer el grito de silencio fue impresionante», comenta Irene. «Sí, en aquel entonces veíamos que aunque viniera la policía no pasaría nada, porque nos iríamos a otros sitio», explica Ramón.
Hoy, cadena humana
En la asamblea de la tarde se anunció que, tanto hoy como el próximo sábado, se formarán una cadena humana entre el Obelisco y la plaza de María Pita con una cacerolada final. El acto que lleva el lema Por el cambio real está abierto a todos y tendrá lugar a las 20.15 horas.
«La primera noche teníamos todos una sensación de locura y adrenalina impresionante»
Raúl