La coruñesa que habló gallego al Che

A CORUÑA

Diferentes entidades rinden homenaje a Luisa Viqueira, hija del filósofo bergondés Xoán Vicente Viqueira y que pasó tres años huyendo de la guerra y lleva exiliada 84

16 abr 2010 . Actualizado a las 12:07 h.

Luisa aprendió a leer en gallego y en Bergondo, con unos cuadernos que su padre, el filósofo y pedagogo Xoán Vicente Viqueira elaboró para ella y de los que tal vez habló a Ernesto Che Guevara, que junto a Fidel Castro frecuentaron a los Viqueira cuando ambos organizaban la guerrilla en México, el refugio de Luisa desde hace 84 años. Los mismos que lleva pugnando -con proyectos como la revista Vieiros -para que los gallegos en el exilio nunca olviden su identidad.

Los vecinos de la parroquia bergondesa de Vixoi escondieron a esta familia durante nueve meses desde el verano del 36, tras estallar la guerra. Entonces Luisa tenía 18 años y empleó los tres siguientes en escapar de las trampas que la contienda le iba tendiendo primero en Rusia y después en Londres, donde la encarcelaron, porque su pasaporte -republicano- pertenecía a un país que ya no existía.

Campo de concentración

Los suyos lograron liberarla y, al tiempo, recuperar a su hermano Jacinto de un campo de concentración en Francia al que fue a parar con 15 años, después de mentir sobre su edad para poder alistarse en las filas republicanas. La lucha de los Viqueira y en particular la trayectoria de Luisa centran los homenajes del Día de la República. Su hijo, Manuel Rodríguez Viqueira, profesor de arquitectura en la Universidad Autónoma de México, la representó ayer en la recepción del Ayuntamiento coruñés, en el acto organizado por el rector, y reserva un discurso especialmente cariñoso para corresponder a las honras que le preparan los vecinos de Vixoi, con los que estará mañana.

El hijo de Luisa recuerda que la quinta de San Vitorio ha sido el paraíso perdido de su familia. Su madre regresó una vez en 1979 para despedirse: «Me impresionó mucho, todo el trayecto desde Cortiñán a Vixoi lo pasó llorando en silencio, ni me atreví a preguntarle qué estaba recordando con tanto dolor; cuando llegamos a la casa de la familia se secó la cara y buscó a sus amigos de la aldea», recuerda, y dice que desde el exilio en México han seguido exigiendo que la quinta mantenga las puertas abiertas. «El deseo de los abuelos era que la gente de la aldea entrase y que los niños jugasen con los hijos de la familia; después los vecinos nos recompensaron ayudándolos a escapar». Garantiza que hará lo posible para poner de acuerdo a los herederos e impulsar la creación de una fundación que perpetúe el legado de esta familia, que, a pesar de los avatares, ha logrado que todos sus componentes sean destacados estudiosos.

Los Viqueira desean que los niños sigan fantaseando en unos jardines que tuvieron invitados como Juan Ramón Jiménez, Emilio Castelar o Francisco Giner de los Ríos y que la quinta sea, al fin, un centro de cultura.