Las cosas de los casos únicos

A CORUÑA

Un coruñés de 31 años con una bomba de infusión de insulina implantada en la tripa sortea múltiples obstáculos para conseguir la medicación

18 mar 2009 . Actualizado a las 12:01 h.

Óscar Prieto Martín tiene 31 años, una minusvalía del 89%, y lleva implantada una bomba de insulina en el peritoneo, un sistema nuevo que le colocaron como salida final para una diabetes resistente a la medicación vía subcutánea.

«La enfermedad se me descubrió en el año 99, cuando estaba haciendo una dieta para engordar», explica Óscar, que ahora lleva colgado al cuello, como si fuera un un móvil, el dispositivo semiautomático que cada dos minutos le suministra la dosis necesaria de insulina, como si se tratara de un páncreas.

Pero para llegar a esto, antes pasó su particular rosario de ingresos y reingresos hospitalarios, varios en estado de coma y al borde del adiós por unos niveles de azúcar que los médicos se veían incapaces de controlar siguiendo los métodos convencionales. «Llegaron a pensar que me saltaba la dieta o que incluso tomaba azúcar, porque salía del hospital con unos niveles normales y a las dos horas ya los tenía otra vez por las nubes», cuenta el joven. Y cuando empezó a barajarse la posibilidad de que su organismo no era capaz de procesar la insulina administrada por la vía normal, que era resistente, «llegaron a decirme que esa enfermedad no existía», lamenta. «Yo les insistía, que tenía que tener algo raro, pero no me creían».

Las noticias sobre el uso experimental de un método nuevo para controlar la glucosa le animaron a intentarlo. «Si no lo hacía, tendría que estar ingresado en el hospital, con una vía central para la insulina», explica.

Se trasladó entonces a vivir fuera de Galicia, dado que solo el Hospital Gregorio Marañón de Madrid realizaba la intervención. Y en diciembre lo operaron para colocarle la bomba de infusión continua de insulina. «Solo se han hecho dos casos», insiste Óscar sobre la excepcionalidad e su caso. Cada tres meses debe acudir al centro a revisarse el catéter a través del cual le llega la medicación, que el dispositivo que lleva al cuello va descargando de forma programada.

Tras la operación, regresó a A Coruña, donde vive con un familiar. Y cuando ya pensó que el sinvivir de los vaivenes de azúcar se iban a terminar, comenzó otra carrera de obstáculos. «Conseguir la medicación, la insulina especial, que es carísima y viene de Alemania, parecía un problema para todo el mundo», explica. Respaldado por su médico de cabecera y su internista, su peregrinaje le llevó, nuevamente, de un médico a otro y de una ventanilla de la administración a otra. Del centro de salud, al de especialidades, de inspección médica, a la dirección del Sergas y de esta a la dirección provincial de Sanidade. «Ha habido veces que me han dado ganas de dejarlo todo», confiesa.

El lunes pasado, finalmente, el especialista le firmó la receta. La Consellería de Sanidade confirmó que la medicación está garantizada e indicó que, al tratarse de un fármaco especial, debe importarse y además de la prescripción es necesario realizar la tramitación para que el fármaco llegue a España. «Cuesta 1.800 euros para tres meses, si la Seguridad Social no me ayuda, yo no puedo pagarla».

Más tranquilo y con insulina garantizada hasta fin de año, Óscar, que no puede trabajar, sigue con su vida. Se distrae con una de sus pasiones, las motos, en el establecimiento del motor donde pasa buenos ratos a diario y entretiene parte de sus horas viajando por la red. Pero también continúa su particular cruzada para no tener más problemas, conseguir las tiras reactivas que necesita para controlarse la glucosa, las ayudas para sus traslados a Madrid o la plaza de aparcamiento en minusválidos. «Es para cuando voy al hospital -explica- tengo una acidosis láctica y me rompen las fibras al caminar».