Sin fantasma en el jardín

Rubén Ventureira A CORUÑA

A CORUÑA

Cuenta la leyenda que la sombra de lady Hester Stanhope, que tanto amó a Moore, merodea la tumba del sir los 16 de enero. Ayer no hubo noticias de ella

16 ene 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

Tenemos el retrato-robot del fantasma del jardín de San Carlos: «Mujer, esbelta, elegante, por completo ataviada de negro, indistinguible el rostro, cubierto por el ala del amplio sombrero con el que se toca». Así la describe Francisco Pablos en su libro Centón de leyendas y mitos de Galicia . Cuenta que esta «sombra enamorada» suele merodear los 16 de enero por la tumba de sir John Moore, fallecido ese mismo día de 1809. «Se asegura que aún aparece de cuando en cuando», escribe. Y añade que, al aproximarse a ella, la silueta adelgaza casi hasta desaparecer. «¿Novia fiel, madre, hermana? Nadie ha podido precisarlo», añade. Con estas pistas nos plantamos un 16 de enero, tal que ayer, en el jardín. Transcurre una hora y no hay noticias del fantasma. Pasadas las doce de la mañana, una mujer vestida de negro se acerca a la tumba. Nos acercamos a ella con cierto temor. Su silueta no adelgaza. Alejandra, que así se llama, se está echando un pitillo en un descanso de su trabajo. La ley antitabaco, y no su amor por Moore, la ha traído hasta San Carlos. Huellas poco femeninas Buscamos huellas en el entorno del monumento. Las hay, pero de un poco femenino 40 y muchos. La sombra no aparece y el reportaje se hunde. Es el momento de la llamada-comodín. El elegido es Manuel Arenas, presidente de los Royal Green Jackets. El sonido es malo. Le pedimos pistas, pero sólo escuchamos un nítido «es la amante», antes de que la comunicación se corte. Seguimos a pie de tumba. Hay dos coronas fijadas a las rejas que la rodean. Será cosa de los Green Jackets. Más espera. Detectamos, incrustada en la placa conmemorativa, una cruz de madera con una flor de papel adherida. Será cosa de los Green Jackets, segunda parte. Abandonamos la guardia. Otro año será. Pasan las horas. Es por la tarde y llama Arenas. El periodista ya está en la redacción. Manuel detalla que la mujer en cuestión se llama lady Hester Stanhope. Cuenta que era hermana de dos ayudantes de Moore, y que el general no quería que sus cuñados se enterasen del lío. Más tomate : se dice que, tras la muerte de Moore, todos los 16 de enero arribaba al puerto coruñés un barco procedente de Oriente del que descendía una mujer enlutada, la misma que después oraba ante la tumba del general y depositaba una flor. La pista Gucin Para más detalles, remite a Mark Guscin. «Va a escribir un libro sobre lady Hester», informa. De hecho, se lo publicará en breve el propio Arenas. Mark, en efecto, tiene todos los datos. El sir y la lady eran libres y sin compromiso. «La mujer estaba enamorada de él, que el general lo estuviese de ella no está demostrado». Moore contaba con dos hermanos de la lady como ayudantes de campo: Charles, que murió en Elviña, y James, que en esa batalla recibió el impacto de una bala en la espina dorsal, proyectil que permaneció en su cuerpo hasta su muerte. Alta sociedad La vida de Hester Stanhope es de película cara. Sobrina del primer ministro británico Pitt, vivió con él en Downing Street. «Llegó a ser la reina de la alta sociedad británica», apunta Guscin. Muertos Pitt, Moore y Charles, la dama emprendió un viaje por el mundo en compañía de un hombre 14 años más joven. Sufrió un naufragio, y entre lo poco que pudo rescatar estuvo un guante que su amado Moore lució en A Coruña. Cuando se cansó del nuevo mozo, lo devolvió a las islas y continúo viaje. Se asentó en el Líbano, donde alquiló un monasterio en ruinas. En 1823 recibió la noticia de que su hermano James se había suicidado después de la muerte de su esposa durante el parto del que iba a ser su segundo hijo. «Bloqueó las puertas con ladrillos y no volvió a salir del monasterio. Sólo dejaba ir a sus criados a por agua». Falleció, desequilibrada y pobre, en 1839. Guscin asegura que la leyenda de las visitas de la lady a la tumba se ciñe a la época en la que estuvo viva, y que Pablos «la habrá interpretado mal». Le preguntamos si sabe quién ha puesto la rosa de papel en la tumba. «Es una amapola. Se trata de una tradición inglesa. No sé quien la ha puesto». Arenas, tampoco: «Nosotros sólo colocamos las coronas». ¿Y si fuera ella?