HERCULÍNEAS | O |
18 mar 2004 . Actualizado a las 06:00 h.EN CADA lugar reciben un nombre distinto: guías, estacas, cañas, rodrigones... Son trozos de troncos rectos, delgados, unos palitroques clavados en la tierra a los que se agarran los pocos árboles que tratan de crecer en las aceras de la ciudad. En la cuesta de la Unión hay varios. Las gentes del medio rural saben de estos y otros usos de los palitroques que están ahí mientras árboles y plantas necesitan apoyo; luego desaparecen, los queman o se pudren. También hay personas-palitroque, personas-estaca, y, en estos idus de marzo, en que los vientos de la vida soplaron violentos y cambiantes, esas gentes se han hecho más visibles; son personas que sostienen, que comparten, escuchadores de alegrías y lamentos, jaleadores de esperanzas. Unos segundos y podemos ponerles nombre. Es el sonriente Javier cuando despacha periódicos; Silvia, toda atención, ajustando los cristales de unas gafas; Manuel, derrochando bondad, cuando subes a su taxi; el busero ... Son gentes que apenas se notan, que se les ve poco porque, así como los árboles sólo tienen ojos para el sol, a las personas nos cuesta mirar al fondo del alma, poner el tú antes del yo. Pasados los idus de marzo, árboles y plantas brillan, florecen; los palitroques siguen felices en su sombra, sosteniendo, acompañando.