Marineda cumple 120 años

La Voz

A CORUÑA

La escritora ambientó en su Coruña natal varias de sus novelas y cuentos

07 dic 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

El año 1883 fue testigo de la publicación de una de las creaciones más vanguardistas de la literatura decimonónica, en la que Emilia Pardo Bazán describió con detalle las características y las costumbres de su ciudad natal. La Tribuna, de cuya primera edición se cumplen 120 años, es un hito literario no sólo porque está considerada como la novela en que la autora ensaya la nueva técnica naturalista, sino también porque, por primera vez en el ámbito novelístico español, aparece el obrero como clase social definida, cuya existencia se desenvuelve en un mundo en el que la emancipación de la mujer trabajadora y las reivindicaciones laborales del incipiente proletariado cobran un protagonismo hasta entonces literariamente inexistente. Si La Tribuna fue pionera en ese aspecto, no lo fue menos en el simbólico, ya que de sus páginas emerge Marineda como una de las fantápolis más hermosamente eufónicas surgidas de la recreación literaria, y elemento de afirmación e identificación hasta el punto de que coruñés y marinedino son sinónimos y gentilicios de linaje común. n El nombre ¿Por qué el nombre de Marineda? Se trata de una licencia literaria, como el Macondo de García Márquez o la Orbajosa de Galdós. En el prólogo a la primera edición (A. Carlos Hierro. Madrid, 1883), la autora advierte de que La Tribuna es un estudio de costumbres locales y que los acontecimientos políticos introducidos en la trama la impulsan a situar la acción en lugares imaginarios. Sin embargo, corresponden a la realidad topográfica de A Coruña. n Más Marineda ¿Aparece esta denominación en otras obras de la autora? La descripción de Marineda se inicia en La Tribuna, se completa en De mi tierra, La piedra angular, Memorias de un solterón y en Doña Milagros y se amplía en las novelas cortas La dama joven y Rodando, así como en Cuentos de Marineda. n Experiencias propias ¿Son reales los hechos narrados en la novela? Es seguro que la escritora se inspiró en experiencias propias y ajenas para elaborar la trama, de ahí que sitúe los acontecimientos en Marineda y no en A Coruña, cuando en otras ocasiones no duda en utilizar los topónimos Santiago, Pontevedra o Madrid para situar la acción. La futura condesa reconoce que visitó durante dos meses la Fábrica de Tabacos para conocer las condiciones laborales de las cigarreras. En el citado prólogo aclara: «Al escribir La Tribuna no quise hacer sátira política... Pero así como niego la intención satírica, no sé encubrir que en este libro, casi a pesar mío, entra un propósito que puede llamarse docente. Baste a disculparlo el declarar que nació del espectáculo mismo de las cosas, y vino a mí, sin ser llamado, por su propio impulso. Al artista que sólo aspiraba a retratar el aspecto pintoresco y característico de una capa social se le presentó, por añadidura, la moraleja, y sería tan sistemático rechazarla como haberla buscado>. n El regidor ¿Quién era alcalde de A Coruña en 1883? Alejandro Brandao Piñeiro, que llevó el bastón de mando desde el 7 de marzo de 1881 hasta el 1 de julio de 1885. n 35.000 vecinos ¿Cuántos habitantes tenía la ciudad? Alrededor de 35.000. En el censo de 1890 figuraban 39.000. El presupuesto municipal era de millón y medio de pesetas, aproximadamente. n Los oficios ¿A qué se dedicaban? La escritora cuenta en la novela que el trabajo estaba mal visto entre los residentes en el Barrio de Arriba, donde se asentaban la nobleza y la aristocracia. Entre los habitantes de otras zonas de la ciudad abundaban pescadores, comerciantes y gentes que desempeñaban variedad de oficios. La actividad fabril se concentraba en la Fábrica de Tabacos, que, según la Pardo Bazán, empleaba ya por entonces a 4.000 cigarreras. Pescantinas, mandaderas (mujeres que transportaban en carretillas los baúles de los emigrantes), lecheras, piñeras, aguadores, afiladores, zapateros o saludadoras (curandera que empleaba jaculatorias y fórmulas mágicas para, por ejemplo, levantar la paletilla) eran algunas de sus ocupaciones. n El carácter ¿Cómo eran personalmente? Desde luego, buena gente. Al menos esa era la opinión de la Pardo Bazán. La escritora rehusó, según la tendencia literaria del momento, a presentarlos con crudeza naturalista. Y lo explica del siguiente modo: «Si nuestro pueblo fuese igual al que describen Goncourt y Zola, yo podía meditar profundamente en la conveniencia o inconveniencia de retratarlo», pero añade que el pueblo cuyas costumbres utilizó para ambientar la novela «no se parece todavía» al de más allá de los Pirineos. Para ella, sus convecinos eran personas «bondadosas, generosas, caritativas, religiosas y de recto sentir». n Pasatiempos ¿En qué se entretenían? El teatro y los paseos figuraban entre sus pasatiempos preferidos. Darse una vuelta por las céntricas calles de aquella Coruña suponía encontrarse con establecimientos como Juan Arias (Real, 56), que ofrecía «lanas y cachemires cuadrillé, favorite, tupliné, foulé y demás novedades para señora y caballero»; H. Hervada y Compañía, con almacén en Real, 14, mueblería en Cantón Grande, 8 y bazar en Real, 77, que vendía piedras francesas para molinos harineros y molinos de viento de dos veletas para sacar agua; el Gran Colegio Francés de Señoritas, dirigido por Lucila Tamisier de Emeric, ofrecía sus servicios en María Pita, 10, en tanto que la publicidad de Perfumería y Peluquería J. Vieites, con sede en Estrecha de San Andrés, 45, afirmaba: «En postizos de cabellos encontrarán en esta casa las señoras cuanto la moda exige».