La cazadora de Henrique José lo abriga todo. Sobre todo, lo ajeno. El pasado mes de febrero fue a un súper de Fonteculler y no hizo uso del carrito de la compra. ¿Para qué?, si su chupa parece un montacargas. Bajo el cuero ocultaba chorizos, salchichas y una botella de vino. Las cajeras le recriminaron la repentina obesidad y Henrique adelgazó el botín lanzándolo contra el cuerpo de un empleado. Luego le rompió un taburete en la cabeza. Fue detenido, procesado, condenado por un delito de lesiones, pero absuelto por robo. ¿Por qué? Porque el nuevo Código Penal distingue entre pegar para robar, que sí es delito y se castiga con tres años de cárcel, y golpear para poder huir. Sartenes Una semana más tarde la policía detenía a una mujer de 36 años que robó de un supermercado de la calle Capitán Juan Varela un pulpo congelado y once cajas de cremas faciales. Una vez que pasó a disposición judicial, quedó libre a la espera del juicio. Al día siguiente la volvieron a arrestar. Esta vez llevaba consigo dos sartenes y dos frascos de colonia, sustraídas en un súper del Agra del Orzán. Un desvanecimiento También en febrero de este año cayó otro caco especialista en hurtos en supermercados. Cayó en manos de la policía y en el establecimiento, porque se desvaneció. Juan Manuel cogió un taxi y pidió que lo llevaran a Meicende. Le dijo al conductor que parase un momento frente al súper porque tenía hambre. Entró en el establecimiento y a los quince minutos, como el taxista veía que no salía, acudió a buscarlo. Se lo encontró mareado y tendido en el suelo, con dos empleadas dándole un vaso de agua. Bajo su cazadora llevaba una barra de pan y un chorizo. Ataque de asma No por un mareo sino por un ataque de asma fue retenido por una empleada de un local de General Sanjurjo un delincuente que, una vez que introdujo tres quesos en su cazadora, salió a la carrera. José era gordito, tenía el mono y padecía asma. Con ese equipaje sólo pudo viajar veinte metros. Cayó rendido y la empleada recuperó los quesos. Un ladrón muy culto Como el fin no justifica los medios, a un raterillo lo sorprendieron en medio de un hurto en un supermercado de Juan Flórez. Lo han denunciado sin tener en cuenta lo que robaba: la edificante biografía Garzón, el hombre que veía amanece r. Como el hambre de las letras es entendido por la justicia de igual modo que el hambre de los alimentos, fue condenado a pagar una multa. Una mujer muy golosa El juez fue menos condescendiente con una mujer que robó en un centro comercial una chocolatina. Y eso que no se pudo comprobar que lograra llevársela consigo, pues quedó en el aire si la acusada perdió el botín en la refriega con la empleada o pudo conservarlo. A esta mujer le cayeron tres años de cárcel no por ser golosa y jugarse la libertad por una chocolatina, sino por agredir y amenazar de muerte a una empleada para poder llevársela. Bolsa de patatas También terminaron en la cárcel dos jóvenes que golpearon a una empleada de un súper para llevarse una bolsa de patatas fritas.