Los efectos balsámico y simbólico

Murillo

CDLUGO

14 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

La agónica victoria sobre el Sabadell, con el gol de Aganzo rozando el minuto 90, tiene varias lecturas. Una y esencial, de un efecto balsámico inmediato. Cuando la antesala de la UVI se aproximaba al equipo rojiblanco (a tres puntos del descenso), los tres puntos le llegaron a los de Setién como el jamón en casa del hambriento. En efecto, el Lugo suele despertar al clarinazo de las urgencias. Se deja llevar por una especie de abulia o letargo, y su somnolencia solo se rompe cuando las alarmas de las urgencias lo despiertan. Ni antes ni después. ¿Exceso de confianza, dejadez o pájara momentánea? Lo que le sucede a los lucenses en la parcialidad de los partidos, dejándose sorprender con el marcador a favor o con el empate inicial vigentes, se traslada al mismo calendario. Son situaciones perversas y tratar de evitarlas en todo lo humanamente posible, es una tarea inmediata y obligada del cuerpo técnico. La segunda lectura positiva es una simbiosis de simbolismo y realidad. De un deseo largamente suspirado, mezclado con una dosis real y decisiva en el resultado. Jonathan Valle y David Aganzo eran los jugadores que encabezaban el cartel de los fichajes mediáticos rojiblancos de esta temporada, acompañados de David López. Su prolongada ausencia por mor de sus dolencias físicas y ausencia de puesta a punto, ya habían comenzado a pesar negativamente en el subconsciente del aficionado. Valle saltó en el minuto 56 al césped del Anxo Carro. Una cerrada ovación expectante saludó la presencia del cántabro. Aganzo lo hizo en el minuto 82. Casi sin tiempo de entrar en acción, pero con el suficiente para firmar el triunfo al borde del fuera de juego. Estalló el Estadio, casi se vino abajo. Antes, Jonathan había puesto una asistencia para empujarla a Iriome, cuyo remate se le fue por milímetros. Otro libre directo al borde del área lo ejecutó con maestría de golpeo, pero sin la fuerza necesaria. Dos hombres, cuyo testimonio pasajero fue, no obstante, decisivo. Si se recuperan, pueden armarla.

Para cerrar una jornada de infarto feliz, un debut de un canterano en el eje de la zaga, Julio Camba, 18 años, con un desparpajo y una simplicidad de un gran sentido común. Promete. Su progenitor, Setién, que ha vuelto a mostrar que las dudas no le arredran. Por cierto, con su Racing enfrente el próximo domingo en las riberas del Miño. Corazón dividido, pero profesional por encima de todo y oportunidad única para buscar un segundo triunfo que aleje fantasmas.