Más personal y medios para los PAC

VIMIANZO

27 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Me confieso afortunada. Desde pequeña mi centro de salud asignado es el de Vimianzo y estoy muy conforme con su funcionamiento. En este tiempo me han tratado dos doctoras y, aunque uno siempre tiene sus preferencias, lo cierto es que no podría decir nada malo de ninguna de ellas.

Hace un par de semanas, y con una fiebre altísima, acudí al PAC de Vimianzo, con la sospecha de que podría tratarse de una infección de garganta. Al explicarle mi caso al celador, me fijé en una carpeta con firmas: los PAC de Galicia piden más personal y más medios para poder atender como es debido a los pacientes. Firmé. Me dirigí a la sala de espera, donde había otras dos personas aguardando (más tarde llegaría una tercera con lo que parecía un brazo roto, así que pasó antes).

En esa larguísima hora de espera, en la que sentía que la fiebre no dejaba de subir, me agarré fuerte a la silla. Estaba mareada, débil, casi no había comido, y apenas podía respirar. Pasaron las tres personas, y la chica que se sentaba delante de mí me miraba con preocupación. En una ocasión, juraría que incluso alargó el brazo para sujetarme por si me caía. Igual la fiebre hizo que me lo imaginara, pero en esa hora larga maldije en mi cabeza a los médicos por hacerme esperar tanto.

Me llamaron. Había solo una doctora. Me tomó la temperatura: 39 grados y medio. Me miró con preocupación, me dio medicación y me auscultó. Me palpó el cuello, comprobó la rigidez de los movimientos y, dado que la fiebre parecía no descender, decidió dejarme en observación en una sala anexa durante una hora. «No puedo dejarte ir, tal y como estás».

Durante ese tiempo me visitó una enfermera en varias ocasiones, me trajeron agua, se preocuparon por la temperatura de la sala y me hicieron más pruebas. Me mandaron a casa con una faringitis aguda y anti inflamatorios, no sin advertirme que en unos días podría tener placas (así fue).

Esa doctora, esa única profesional para todo el servicio de guardia, me hizo sentir en buenas manos y arrepentirme de haberla maldecido en mi cabeza mientras esperaba. Estaba completamente sola: ¿Y si la llaman para una urgencia a domicilio? El PAC se quedaría desierto. No habría personal para atender a pacientes que -seguramente mucho más graves que yo- podrían entrar por la puerta. ¿Y si vienen dos infartados a la vez? ¿O dos heridos de un accidente? La próxima vez me lo pensaré mejor antes de maldecir a nadie.