«A mí nunca me regalaron nada»

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras CARBALLO / LA VOZ

PONTECESO

Ricardo Pérez y Verdes es el director del Melga
Ricardo Pérez y Verdes es el director del Melga BASILIO BELLO

Ricardo Pérez y Verdes es el alma del Museo Etnolúdico de Galicia, un espacio único de la historia del juego y el juguete

22 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Nunca se aburrió ni aburre cuando uno habla con él. Ricardo Pérez y Verdes (78 años) es el presidente y director de la Fundación Museo Etnolúdico de Galicia (Melga), en Ponteceso. Doctor en Educación Física, fue campeón en varias disciplinas y ejerció de seleccionador de voleibol en Costa Rica, Colombia y España. Es el cuerpo y el alma del Melga.

—Está hecho un chaval.

—Es lo que dice la gente, que tengo un pacto con el diablo. Esta semana recibí a unos compañeros y me decían: «Ricardo, estás igual. Sigues con la misma alegría y físicamente estás fenomenal. ¿Cómo haces?». Me encuentro muy bien, la verdad.

—A su edad y está al pie del cañón todos los días, en un museo único en España.

—Único en el mundo y no es una fantasmada mía. Los museos del juego y el deporte, por lo general, buscan una unidad monográfica, como juguetes del siglo XIX o muñecas de la Edad Media. El museo nuestro del Melga de Ponteceso incluye en su segunda sala la evolución histórica del juego a través de los tiempos. Esto es único del mundo.

—Son más de 14.000 piezas.

—Sí, señor, pero en exposición solo tenemos 4.000.

—¿De dónde sacó tantas?

—No sé si es una filosofía de vida, pero soy coleccionista desde pequeño. Mi madre me llamaba el hombre del saco, porque iba con un saquito que me había hecho mi abuela y recogía cosas para hacer juguetes. Hice el bachillerato en cinco lugares diferentes, con condiciones de juego diferentes y los iba llevando de un lado para el otro. Y ahora sigo así, coleccionando, y al viajar mucho fue creciendo mi vida museística.

—La gente admira el museo y tiene muchas visitas, pero los niños no juegan como antes.

—No. Ese es el gran problema.

—¿Por qué no juegan?

—Porque la tecnología impera. Entonces, la parte motriz queda abandonada. Es mucho más fácil buscar una cosa y tenerla ya que luchar por ella. La facilidad es lo que lleva a dejar el movimiento fuera de nuestras vidas.

—¿Se impone la dictadura de la victoria más que el disfrute?

—Yo he estado en la élite y ahora me produce cierto rechazo. Que se juegue a la chave o a los bolos y que todo se deportivice, llevar una camiseta, un chándal, unas zapatillas... Cuando nosotros jugábamos, lo hacíamos con la ropa de la calle. El mundo de la élite ya no me gusta. El juego debe ser recreativo, sobre todo. Estoy de acuerdo con el mundo competitivo, pero para un sector más reducido. La diversidad es lo que enriquece nuestro patrimonio cultural.

—¿Cómo es que se le ocurrió traer este museo «cabo de pinar espeso», que diría Pondal, a Ponteceso?

—Cuando me jubilé, estuve tres años pululando por concellos, instituciones y empresas para establecer mi museo. Ponía tres condiciones: acceso para autobuses y sin problemas de movilidad, un espacio diáfano de 500 metros y un campo de juego en el exterior. Qué casualidad que el único que reunía condiciones era Ponteceso, y el alcalde, José Luis Fondo, encantado. Llegué al lugar apropiado en el momento indicado. Además, mis padres eran oriundos de aquí. De niño, veníamos todos los veranos a pasar las vacaciones.

—Pero ahora tiene muchas más novias que lo querrían.

—Sí, hay varias localidades de Galicia que están interesadas y lo recibirían con los brazos abiertos.

—¿Recibe ayudas de las Administraciones?

—No me han ayudado nada. Todo lo que hay aquí salió de mí. Es mi pasión, lo hago todo por mi cuenta.

—Fue campeón en varias disciplinas deportivas, o sea, afortunado en el juego. ¿Y en amores?

—Mucho más. Mira si fui afortunado que conocí a mi esposa once días y llevamos 50 años casados. Y mejor que nunca, porque nos complementamos enormemente. Con once días de noviazgo, Lola fue el mejor fichaje de mi vida. Es mi prolongación, quizá soy su alma gemela. Es lo que mejor he hecho en mi vida. Y he hecho muchas cosas.

—Me contaron algunos de sus exalumnos que para aprobar con usted había que sudar.

—Vamos a ver. Sí, puede que tengan razón, por una parte. Yo se lo decía a mis alumnos: «Mira, a mí nunca me regalaron nada». Yo he estudiado, he trabajado al mismo tiempo en siete sitios diferentes. Entonces, lo que les advertía era: «La Historia es muy amplia y yo no voy a exigiros que la sepáis toda, pero sí que tengáis unos conocimientos básicos. Os voy ayudar en todo, pero lo que no voy a hacer es regalar nada». Ese es el planteamiento. Soy pedagogo y educador y no me gustan los aprobados generales. No obstante, era el que daba más matrículas y notas más altas.

—¿Qué partido le queda por ganar ahora?

—Uno muy importante: la continuación del museo. Lo que quiero es que las instituciones ayuden para hacerlo sostenible en el tiempo. Esto llega a todo el mundo y no puede perderse.