«Sentín cada naufraxio como un fracaso persoal»

Marta López CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

PEPA LOSADA

Valedor de los intereses del sector pesquero, José Manuel Muñiz, presidente de la Aetinape, reconoce haber tenido algún que otro encontronazo con los políticos. «Para vir a funerais de Estado non tiñan problema, pero para acometer reformas importantes... Iso xa era o utro tema», apunta

20 may 2023 . Actualizado a las 21:14 h.

Con la oreja pegada al transistor y con el pie en el acelerador por si había que bajar a Madrid a negociar. Así fueron los años 80 y 90 para José Manuel Muñiz, el pobrense que está al frente de la Aetinape, la entidad que aglutina a titulados náutico-pesqueros de todo el país y que actúa como enlace entre las Administraciones, los sectores económicos y los profesionales del mar para tratar de defender los intereses de estos últimos. Muñiz nació en la ría de Arousa, en el seno de una familia marinera, y él mismo trabajó en el sector durante un tiempo, pero curiosamente sus mayores logros los consiguió en tierra, lejos del salitre y de esa brisa que tanto dice extrañar.

Aetinape nació en el 1982, y en estos cuarenta años, apunta Muñiz, tuvo «tempo de ver tódolos cambios no mundo do mar». Y aunque en cuestiones como la seguridad se ha mejorado mucho, en otras se ha producido una flagrante involución. «Miro para atrás e ráscame moito ter coñecido o sector nun momento moito mellor, con barcos por todos lados, sen perda de caladoiros nin redución de cotas. Unha cousa é estar no mar, e outra é traballar polo mar dende a terra: aquí é onde te das conta dos intereses que hai polo medio», añade.

Intervino en conflictos como los de Nafo (organización de pesca del Atlántico nororiental), el del fletán o los derivados de la entrada en España en la entonces Comunidad Económica Europea, pero su principal preocupación fue siempre la seguridad de las tripulaciones. «Houbo unha época de permanente perda de vidas humanas, pero o peor era a resignación que percibías na sociedade. Estabamos nun túnel tenebroso e estábase pagando un prezo moi alto pola falta dun plan de ordenación do tráfico marítimo. Asistín a moitos funerais de mariñeiros: iso era o que a min me quitaba o sono. Sentín cada naufraxio como un fracaso persoal», rememora Muñiz, que apunta al hundimiento del Cason frente a la costa de Fisterra (1987), como un punto de inflexión en la lucha por unos protocolos de salvamento y, sobre todo, por la separación del tráfico marítimo.

Esto último se consiguió en el 1994. «Unha ferramenta imprescindible, pois era rara a semana na que non se producía unha abordaxe a algún barco pequeno que non tiña capacidade de manobra», relata Muñiz, aún consternado por la cantidad de víctimas que se pudieron haber evitado de haber actuado antes. Pero la política, dice, va a remolque de las desgracias, «e para vir a funerais de Estado non tiñan problema, pero para acometer reformas de calado... Iso xa era outro tema. Viñan aos enterros, si, pero atrás quedaban as viúvas, en moitos casos desprotexidas e sen poder acceder a unha prestación polo moito que se tardaba en dar por mortos aos desaparecidos no mar. Esas familias vivían unha dobre desgraza: a perda dun ser querido e a peregrinaxe burocrática que viña despois».

Muñiz es de los que no tienen pelos en la lengua, y fueron muchos los políticos a los que tuvo que apretar las tuercas en el ejercicio de su trabajo. Aunque prefiere no entrar en detalles, sí confiesa que tuvo algún que otro encontronazo con representantes públicos en estos años. «Houbo tamén campañas de desprestixio contra min e contra a xente que lles sacaba as cores», rememora el pobrense, aunque asegura que los resultados conseguidos hicieron que todo eso valiese la pena.

Compañeros secuestrados

Habla de los naufragios como su principal preocupación, y de las trabas burocráticas a la actividad pesquera, pero hay que añadir un tercer factor a la ecuación: el secuestro de barcos y la piratería. «Os apresamentos á nosa frota preocupábanme, e a finais dos 80 poñías o transistor e ese tipo de noticias eran o pan de cada día, o que me producía unha impotencia absoluta», sostiene el presidente de la Aetinape.

Vivió muchos secuestros, muchísimos, e incluso tuvo a compañeros suyos apresados. La mayoría acaban bien, afortunadamente, no era esa «retaíla de cadáveres» que dejaban tras de sí los naufragios. «Neses anos tiven moitas reunións con políticos, con embaixadores... E o peor é que os xuízos eran totalmente parciais. Loitamos moito para que se fixese xustiza», recuerda Muñiz, al tiempo que apunta que la discreción era fundamental para no interferir en las negociaciones. Las familias se desesperaban, como es normal, pero la prudencia era entonces una virtud que el propio Muñiz tuvo que poner en práctica. «E mira que eu non calo nin debaixo da auga!», bromea. «Insistimos moito entón en que houbese algunha canle de comunicación interna coas familias, para que soubesen o que estaba sucedendo cos seus parentes», añade.

Hombres de hierro en barcos de madera es una frase que usa mucho para referirse a las gentes del mar, gentes, a su parecer, mucho más merecedoras del homenaje que hace unos días se le rindió por su trabajo al frente de la Aetinape. «Fixemos cousas, con moito esforzo, pero aínda me gustaría ter feito moito máis», confiesa. Aun le quedan muchas batallas por librar a este lobo de mar. Eso sí, desde tierra.