Tesoros de la Costa da Morte | La comarca cobija un enorme número, pero con diez puede uno iniciarse
08 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Tiende a veces el humano a creer que la realidad y hasta la vida misma empiezan y acaban con uno. Sin embargo, frente a ese mal están los asentamientos de la memoria, los espacios que conectan el ahora con lo que antes hubo. Visitar algunos de los castros de la Costa da Morte bien vale para iniciar ese viaje. Vestigios de estos poblados levantados sobre todo en zonas elevadas y que alcanzaron su mayor desarrollo en la Edad de Hierro los hay repartidos de cabo a rabo. Pero, para iniciarse, quizás una decena de ellos. En muchos hallará fieitos y verá más bien poco, seguro, pero ahí están, bajo las entrañas de un territorio que sigue siendo, aunque de otra forma, habitado.
A Cidá o A Cibdá de Borneiro, en Cabana, es de los más emblemáticos, y desde luego turísticos. BIC, tiene unos accesos bien trazados y, en su día, hasta la primera app para un castro en Galicia. Datado con el método carbono 14, dicen de él que estuvo habitado entre los siglos VI antes de Cristo y I después de Cristo. Durmió desde entonces, hasta ser hallado en 1924 y excavado por vez primera en 1932. Luce hoy más de cuarenta construcciones y, junto con el cercano dolmen de Dombate, es uno de los yacimientos más visitados de la comarca.
Especial y actual es As Barreiras (Ogas, Cambeda), donde una nueva campaña de excavaciones viene de finalizar no hace mucho, con Terra Arqueos y Tito Concheiro al frente. Con la peculiaridad de situarse en lo que hoy es prácticamente casco urbano, a través de él Vimianzo quiere recuperar memoria, contar quiénes fueron y cómo vivían los primeros vecinos. Media docena de cabañas y parte de la muralla es lo que, de martes a viernes, se muestra en una visita guiada. Ha dicho Concheiro que, en un futuro, será este un Santa Tegra. Una joya, un castro único, con la comarcal al lado, y con gran relevancia y singularidad de los restos hallados.
El castro de Castromiñán, en Fisterra, mencionado como el castro marítimo más occidental de Europa, guarda ecos de la Cidade de Duio y, como escribió el poeta Modesto Fraga al hilo de una puesta en valor, años atrás, bien podría sostener parte de los «alicerces culturais que engrandecen la fisterranía». Ejemplo de vecindad y batalla lo dio el de Niñóns (Ponteceso), que hasta fue origen de novela, O exército de fume. La escribió el periodista y divulgador Manuel Gago, que dirigió allí junto con Xurxo Ayán una soberana muestra de voluntariado, año 2013. La limpieza rebeló un recinto monumental y con un complejo sistema de defensa.
No se quedaron atrás las entidades de Cerqueda (Malpica), que se afanaron con la limpieza y puesta en valor de su Croa do Castro, siempre con control arqueológico y del que el gradiómetro contó y contará cosas. Se sabe de la existencia de una gran fortificación amurallada. Muchos proyectos aguardan mientras se capea el covid.
Auténticas cajas de sorpresas estos espacios de vida en colectividad. El Concello de A Laracha no quiere perderse nada de su pasado, de ahí que se haya hecho con los terrenos de su castro de Montes Claros, y a él dedique los esfuerzos, y ya van varios veranos, de los campos de trabajo. Tienen muchos proyectos para un yacimiento que, se ha dicho, llegó a estar habitado 900 años. Nada menos.
Castro impregna a veces hasta el nombre, caso de Castrobuxán (Vimianzo) o de San Adrián de Castro (Zas). Si quedase tiempo, el listado habría de incluir el Castro do Logoso (Dumbría), con una arquitectura que difiere de buena parte de lo conocido, bien visible en el horizonte, y pendiente de estudiar. O el de Ouxes, en Entrecruces, Carballo. No siempre han sido lugares bien tratados, pero por fortuna, algunos han despertado.