En primera persona | ¡Dele Dios mal galardón!

carmen gonzález llorca

CARBALLO

Ana Garcia

La docente Carmen González Llorca reflexiona sobre la situación actual, marcada por la pandemia: «Necesitamos una sociedad ilustrada, una sociedad que olvide las dosis de frivolidad que estamos apreciando»

31 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Romance del prisionero

«Que por mayo era, por mayo,

cuando hace la calor,

cuando los políticos mandan

y los ciudadanos sufren con dolor

cuando canta la ministra

y responde un servidor,

cuando los irresponsables

van a servir al licor,

sino yo, triste, cuitada,

que vivo en esta prisión,

que ni sé cuándo es de día

ni cuándo las noches son,

sino por una ilusioncilla

que me cantaba al albor.

Matómela un ballestero:

dele Dios mal galardón».

Así, «triste, cuitada», se halla una carballesa de adopción al advertir cómo, de nuevo, se cierra perimetralmente la capital de Bergantiños. Una carballesa de adopción que, como muchos otros, se resignó a pasar la Navidad alejada de su familia; que cumple a rajatabla y hace cumplir a sus alumnos todo el protocolo impuesto por Sanidad, aunque a veces, ve decepcionada cómo algunos consideran prioritaria la labor de los institutos y colegios como medios de conciliar la vida laboral y personal (¿acaso las profesoras no somos también madres?).

¡Dele Dios mal galardón a todos aquellos que ignoran lo que es una uvi (ahora la llaman uci)! Por desgracia, las conozco y considero que debería ser obligatoria una visita a este lugar, para que se vea cómo sufre el enfermo, su familia y, en el caso de la pandemia actual, los riesgos que corre el personal médico y de enfermería.

¡Dele Dios mal galardón a aquellos que no saben lo que es trabajar en un hospital, en un instituto, en un supermercado… rodeado de muchas personas, entre las que nos podemos contagiar y perjudicar a nuestros abuelos! A no ser que se considere que el nuestro, como el título de la película, No es país para viejos.

¡Dele Dios mal galardón a aquellos que no se resignan a no ir de juerga, que niegan la evidencia, que «hacen trampas» para que no los multe la policía, como el alumno que copia en los exámenes, ignorando que al policía y al profesor, les van a pagar lo mismo, que está haciendo su trabajo y que el que sale perjudicado es él…

Por si no nos llegara con el coronavirus, Filomena también se acercó y ¡oh, maravilla de las maravillas! La Puerta del Sol madrileña, vacía en un día tan entrañable como la noche de Fin de Año, aparece una semana después, repleta de gente… ¡No hace falta ir a Disneyland! ¡Vivimos en el mundo de la fantasía! Los niños quieren ser adultos y los adultos se infantilizan… Una sanitaria que subía en una ambulancia comentaba que la nieve era muy bonita, pero que prefería que la gente se quedase en casa… ¿Adónde vamos a llegar? ¿Ustedes ven la salida de esta «prisión» medieval? ¿Se diferencia nuestra digitalizada sociedad de la picaresca que reinaba en el siglo XVII, caracterizado también por la crisis política, económica y social?

Píldoras de razón

Necesitamos una sociedad ilustrada, una sociedad que olvide las dosis de frivolidad que estamos apreciando y las sustituya por píldoras de razón (¿se podrían vender en las farmacias?); urge que dispongamos de una dosis «de refuerzo» para analizar la situación (¿nos los permitirán las pantallitas dichosas que absorben la sesera de nuestra juventud?); necesitamos de tiempo para pensar… Se consideró que la «primera ola» (¡cuando hay que emplear ordinales, mala señal!) había ayudado a ello, pero como no se ejercita razonadamente la memoria (las nuevas olas pedagógicas la rechazan de forma rotunda), «olvidamos» que un 13 de mayo nos confinaron. A alguno dicha fecha debe de sonarle a prehistórica… Como si de un personaje del teatro de Lope de Vega se tratase, que «el que la haga, la pague», pero que no nos perjudique a los demás, hosteleros incluidos, que ganan su pan, sirviéndonos un café, o una comida rica, acompañados normalmente de una sonrisa, elemental para nuestra supervivencia mental. «Matómela un ballestero:/ dele Dios mal galardón».

DNI | Carmen González Llorca

Con cierta falta de aire y divisando aún lejos la salida del «túnel» que está suponiendo esta pandemia, Carmen González Llorca escribe este texto. Es profesora de lengua y literatura en el instituto Monte Neme de Carballo, que, tal y como escribía ella en estas páginas, siente como una segunda casa. Nació en 1962 y fue en Santiago donde se especializó en Filología Hispánica. No le son desconocidos tampoco los estudios musicales: solfeo y piano.