Raza

Maxi Olariaga LA MARAÑA

CARBALLO

11 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Franco sufrió trastornos de personalidad. Cara al

sol, transformado en Jaime de Andrade, escribió su insuperable novela: Raza.

Una historia de cómo ser español, vanagloriarse de ello y morir por la patria cantando el himno nacional.

Este era Franco, caudillo de

España por la gracia de Dios.

Un español; lo único digno y

serio que se puede ser en esta

vida. Aprovechando que el 12 de octubre de 1492 Cristóbal

Colón arribó a las Américas creyendo que había fondeado

en las Indias, es decir en Asia, el misterioso don Jaime de Andrade, alter ego del general, proclamó la fecha de mañana como el Día de la Raza.

Ya no nos bastaba que la Iglesia se hubiera inventado que el apóstol Santiago, perdido en lo que hoy es Zaragoza, se encontrase súbitamente a la Virgen María flotando como un holograma sobre un pilar, para que llegara Franco a contarnos que lo que hicimos en América fue cristianizar a los nativos, darles un Dios católico y romano, y no tocar ni un pelo a las nativas ni degollar

hasta el exterminio a incas, aztecas y mayas.

No sé cómo, pero hasta el día de hoy, la enseñanza del ferrolano sigue llegando a nuestras desangeladas playas y la marea va dejando en la orilla sedimentos de algas putrefactas y espinas de peces mil veces muertos. Y se extiende por Europa. La extrema derecha que, por el lado sur, se toca con la extrema izquierda, poco a poco, sin prisa pero sin pausa (Arias Navarro, dixit), se extiende como una plaga e igual te llaman nazi por tratar de comprender el problema catalán, que facha por decir que hay que dialogar. Algo huele a podrido en Dinamarca, nos dijo Hamlet. Y Dinamarca, digo yo, hoy somos todos.