El persistente error de la falta de un plan

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

CARBALLO

28 jun 2015 . Actualizado a las 12:22 h.

El Cabo Vilán y su faro impresionan. Desde Reira forman una de las más bellas imágenes que se pueden encontrar en Europa. Es la punta de lanza del Fisterra contra las olas que cabalgan desde Terranova y vienen a morir a los pies del cíclope camariñán. Los grandes temporales del Atlántico norte acaban derrotados frente a estos acantilados y arenales en un espectáculo incesante y tan variado que ningún día es igual al siguiente. El escritor, pintor y documentalista Juan Carlos Arbex resumió este viaje oceánico, un fenómeno natural de gran trascendencia, en una colección de acuarelas inigualable. A Vilán hay que ir, como diría él, por «razones cósmicas y mágicas». Pero puede haber muchas otras razones. Ayer hubo en el faro un concierto de músicas de interior al borde de un océano inmenso. De esas notas que hay que escuchar con el alma. Talabarte, una banda de virtuosos, vino a lanzar sus sones a confundirse con el constante susurro Atlántico. Sabían que allí el viento ayuda a espallar sinfonías. De hecho, el mar mismo tiene la suya propia, aunque, a veces, Neptuno lo revuelve todo y la paz se torna en tragedia. La torre camariñana es el emblema de la Costa da Morte, un icono de esta tierra de aventureros y náufragos y un lugar de obligada visita para los turistas. La asociación de empresarios de Camariñas así lo ha entendido y hace un gran esfuerzo por añadirle vida y atractivo al monumento. Casi siempre hay muestras y actividades, para las que cuentan con el apoyo imprescindible de una de las primeras fareras españolas, Cristina Fernández, una leyenda añadida a este espacio mítico. Son un auténtico ejemplo en dos sentidos. El gran trabajo que realizan y el poco apoyo que reciben de las Administraciones, ante las que parece que la gente tiene que arrastrarse permanentemente para explicar lo que es bueno para la comunidad. Es lo malo que tiene esta comarca, que no se empuja a los que se mueven. Los que luchan siempre tienen que poner doble mejilla si quieren seguir adelante. Pero eso ocurre, fundamentalmente, porque falta un verdadero plan para el turismo en la Costa da Morte. Cada uno va a su parcela a sachar sus berzas, y la maleza se come el agro comunal. Mientras no haya un plan bien trazado no se puede hablar de idea de desarrollo turístico, que tan bien llena la boca en los discursos. Hay quien lo intenta denodadamente, pero lo malo es que los fracasos acaban produciendo desaliento. Se hacen cosas, se dan pasos, a veces palos de ciego, pero lo que se dice un planteamiento bien trazado para toda el área con un plan consensuado por Administraciones y profesionales del sector, no existe. Es más, son más los recelos que la pasión por la formación de equipo. Una vez más se demuestra en el campo de la información y promoción turística, con casetas en varios concellos que nunca han abierto ni posiblemente abran en el futuro. Así corre el tiempo, vencido por la desidia, como ha ocurrido con el campismo ilegal, que en varios concellos no se lo tomaron en serio. Como en el urbanismo, han hecho la vista gorda. El buenismo mal entendido. Las acampadas en Mar de Fóra y otros lugares son un peligro para los propios usuarios, como los caravanistas que se van a Rostro, Traba o Soesto y quedan semanas. Y los concellos sin habilitar áreas para estos viajeros, que, además, están deseando tener un espacio adecuado y bien dotado para pernoctar con seguridad y salubridad. El futuro siempre da oportunidades y hay que aprovecharlas.

La cultura del pacto cojea con estrépito

La necesidad hace virtud. Como las últimas elecciones han dejado seis concellos sin mayoría absoluta, los nuevos ediles de estos municipios se han visto obligados a negociar si querían beber en la fuente del poder. Sin embargo, la cultura del pacto aún cojea bastante por estos pagos. Es habitual que los acuerdos vengan espoleados por el temor a ver de nuevo en el trono al enemigo común. Ha sucedido en Coristanco o Ponteceso, donde las nuevas mayorías tenían como fin primordial echar a sus respectivos rivales, que llevaban dos decenios bien asentados en el sillón más grande del consistorio. Algo parecido ocurrió en Fisterra. En Cee, Laxe o Corcubión es distinto. Son corporaciones mosaico, que ya vienen de minorías de mandatos anteriores. Aquí es donde los pactos podían florecer en caso de estar bien regados, pero no es el caso. En Corcubión, y pese a los mutuos ofrecimientos, parece aún muy presente la lista de los agravios y el cainismo político local. Un escollo que parece insalvable. Por lo que se ve, si logran llevarse medianamente bien, ya es una conquista. El PSOE tiró el guante, pero luego no se lo recogió a los nacionalistas. En Laxe, las exigencias del Bloque parecen tan estrafalarias y desproporcionadas que exasperan a los socialistas y tientan a los populares a acudir en auxilio del nuevo regidor.