El Camino a 125 km por día

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado CEE / LA VOZ

CARBALLO

El ultrafondista Steelman X cubre la ruta jacobea de Francia a Fisterra en una carrera de siete etapas sin asistencias y prácticamente ininterrumpida

22 nov 2013 . Actualizado a las 14:49 h.

«Solo por ver el palacio de Gaudí, como estoy viendo ahora mismo en Astorga, o por llegar esta noche al castillo de los templarios de Ponferrada, entre todos los lugares únicos que me esperan aquí y en Galicia, ya compensa». Así explicaba ayer por la tarde su aventura Steelman X, un deportista total que, entre los muchos retos sobrehumanos en los que se ha embarcado, está el de cubrir el Camino jacobeo entre Sant Jean Pie de Port (Francia) y Fisterra a la carrera en solo siete jornadas, lo que da la estremecedora cifra de 125 kilómetros diarios.

Por si la empresa pareciese poco complicada, Quim Navarro, este catalán de Granollers, de 35 años, viaja en modo autosuficiente, sin asistencia alguna y con una mochila que en la salida pesaba 28 kilos, aunque ayer ya había bajado hasta los 22 por los productos consumidos.

Durante la primera etapa de 35 horas seguidas recorrió 165 kilómetros y esta distancia resulta respetable incluso para alguien que con 10 años ya competía en baloncesto a alto nivel. «Tengo mucho cansancio en los pies, porque yo estoy acostumbrado a carreras de media y alta montaña, con mucho más desnivel, pero sin recorridos tan largos», cuenta el corredor, que lleva tres años preparándose, aunque no para este reto, que se podría decir menor dentro de lo que es la Steelman X Adventure, un proyecto para «promocionar el patrimonio humano, cultura y natural de la Tierra» de aquí al 2016 pasando por las 10 montañas y los 78 entornos más bellos del mundo en un total de «30 desafíos imposibles».

En este empeño, Quim Navarro ha ido sustituyendo los despachos y el trabajo en el sector del márketing para entregarse plenamente a las carreras. El verdadero cambio le llegó con el servicio militar en los Pirineos cuando tenía 19 años y quedó para siempre prendado de la montaña, lo que le llevó a ir modificando sus rutinas. «Al principio hacía escapadas de fin de semana, luego las fui alargando de viernes a lunes y, al final, como era autónomo, me cogía semanas enteras libres, pero llega un momento en el que, si quieres dedicarte a esto, es incompatible con otra cosa», señala el aventurero que ahora, «como la montaña no da de comer», vive de los patrocinios que consigue para estas hazañas, y no lo hace precisamente relajado porque «los entrenamientos normales son de entre tres y siete horas y los largos de 10», más o menos las mismas veces que come barritas energéticas en esta carrera hacia Fisterra, en la que, según dice, se guarda «las de chocolate para el final».