La noche más salvaje

GABRIEL RIVERA CARBALLO

CARBALLO

La madrugada del domingo en Ponteceso no es tan violenta como el tiroteo y las detenciones de la semana pasada hacían sospechar Es difícil acercarse a la noche de Ponteceso sin prejuicios. Los disparos de hace ocho días no hicieron sino aumentar la leyenda negra de las madrugadas del domingo en esta localidad bergantiñana. Una semana después todo está completamente olvidado. Peleas, violencia y drogas son los socios que algunos malpensantes le han otorgado a esta estación de paso de la movida gallega. La realidad es menos cruda. Las patrullas policiales y de la Guardia Civil vigilan que nada se desmadre. La juerga del último sábado acabó sin incidentes y con casi todo el mundo pasando por el habitual peaje de los churros, que marca el inicio del día.

10 dic 2001 . Actualizado a las 06:00 h.

La primera decisión que hay que tomar en Ponteceso un sábado por la noche no es a qué bar entras primero, sino cuál es el lugar menos malo para aparcar el coche. Dejarlo sobre un paso cebra y rezar para que la grúa se haya ido también de puente por unas horas no es una mala opción tal y como está el percal. Siguiendo las recomendaciones de un experto, la primera estación es un bar cercano al puente donde dicen que está la camarera más guapa de la noche de Ponteceso. Por el cristal se ve atendiendo la barra a un señor canoso y con pelos en las orejas. Hubo que pasar la página de esta taberna sin haber llegado a cruzar el umbral. Primera decepción. Esta sensación acompañará el resto de la noche. Adiós al plus de peligrosidad. Acción No hubo peleas, ni matones, ni siquiera los porteros tenían mala leche. Por supuesto, los disparos quedaron pospuestos para mejor fin de semana. En Ponteceso, siempre deben ir de movida la misma gente porque medio bar se saluda con la otra mitad. Con tanto buen rollito, los altercados que se conocen por el boca a boca asemejaban un milagro. La acción quedaba reservada en exclusiva para una película de Jean Claude Van Damme que se proyectaba en la televisión de un bar en la que nadie, salvo por segundos, reparaba. Eso sí, el pueblo tiene algo de pasarela Cibeles. Todos los participantes en la juerga estaban muy, pero que muy arregladitos. Las chicas pintadas y los chicos repeinados, como de primera comunión. Nada que envidiar a la cena de fin de año en mi casa en la que el más osado se pone chaqueta. En Ponteceso, como ocurre con las personas, cada bar es un mundo. Los hay de los que pinchan música española de continuo, de los que huelen a marihuana y de los que te agujerean la cabeza a martillazos de bacalao. Pero Paulina Rubio y Killie Minogue son las reinas. Sus ritmos suenan hasta la saciedad, que llega pasadas las cinco de la mañana cuando los últimos pubs cierran. Luego quedan las discotecas, que son ya para los muy aficionados.