Las fiestas de verano de Boiro dan el pistoletazo de salida a los grandes eventos festivos de Barbanza. También es una de sus principales citas. Para no variar, desde su presentación hace unos días el cartel propuesto desde el Concello desata enconados debates porque, como ocurre con la selección de fútbol, todas y todos llevamos un concejal de festejos dentro que haría una programación distinta. Hay quien pide más rock y quien pide más folk, hay quien pide menos Panorama y más oportunidades para los artistas locales y emergentes. Están los de las bandas, los de los tributos y los que demandan una actuación estelar de fuste. Quizás por eso me inclino a pensar que es un buen cartel, con algo de todo.
El único problema importante de las fiestas de Boiro son las atracciones y su ubicación. Una patata caliente que por ahora nadie se ha atrevido a afrontar. Las quejas vecinales aumentan cada año y las restricciones de movilidad son una locura en verano. A esto se suma un gremio propenso a saltarse las normas que rigen para los vecinos durante todo el año, desde el día que comienzan a montar (lo quieren hacer todos a la vez y el resultado es ruido, gritos, atascos...). Se colocan en pasos de peatones y cruces, con el grave peligro que supone, en los aledaños del mercado municipal e invaden zonas abiertas al tráfico, dificultándolo aún más.
Y después el aquelarre sonoro que no respeta volumen ni horario que hace que muchas personas se marchen del casco urbano a casas de familiares o que los que no tienen esa suerte, consideren esas dos semanas las peores del año. ¡Sí a las fiestas! ¡Sí al respeto y a la convivencia en paz!