Julio Cespón: «O máis duro foi coñecer á miña filla con 8 meses»

m. garcía RIBEIRA / LA VOZ

A POBRA DO CARAMIÑAL

CARMELA QUEIJEIRO

Fue marinero y contramaestre durante 43 años para Pescanova y se retiró como cocinero en las Malvinas

02 abr 2022 . Actualizado a las 04:49 h.

Desde pequeño, Julio Cespón (A Pobra, 1961) se interesó por el mar. «Todos os días desviábame do percorrido que ía desde a miña casa ata o colexio para ir pola praia», cuenta al ser preguntado de dónde surge ese interés Por las tardes, un amigo y él cogían una pequeña barca para salir a pescar.

Fue el 6 de diciembre de 1977 cuando embarcó por primera vez. «Apenas tiña 15 anos e os maiores non daban crédito», narra Cespón al recordar su debut como marinero en el Dianteiro, de Pescanova. Por aquel entonces, era «un rapaz que non sabía o que se viña enriba». El barco partió de Chapela en dirección a África. Desde la salida hasta llegar a Las Palmas de Gran Canarias, donde hacían la parada para repostar combustible y víveres, «foi un suplicio, mareábame moitísimo». El pobrense durmió cuatro días encima de un bidón «porque o mar andaba enfurecido».

Cuando pisó tierra llamó a su familia para decirles que la experiencia no había resultado como él se había imaginado. «Cheguei a dicirlle a meu pai que non podía seguir, que regresaba a casa», recuerda. Ahora, agradece el compañerismo de aquel momento. Fue la tripulación la que lo convenció para continuar el viaje, después de explicarle que el resto de la travesía, las aguas iban a estar tranquilas.

Todo cambió con su llegada a África. Empezó siendo marinero, «aprendendo dos veteranos que sempre estaban dispostos a ensinar ós novos», afirma. Al principio, todo se le hacía cuesta arriba: «Eu traballaba como mariñeiro nun barco de factoría, pero había catro barcos máis que recollían peixe para Pescanova e nós tíñamos que traballalo». Pasó 18 años en aguas africanas. «O mar sube a adrenalina, impulsa a saír cara adiante», manifiesta Cespón. Casado a los 23, su mujer y el paso del tiempo le hicieron ver que dejaba una familia en tierra cada vez que partía.

Lejos de casa

Un año más tarde ascendió a contramaestre de factoría. «Botaba cinco ou seis meses en África e só un na casa», indica mientras habla de su etapa más difícil. Su mujer dio a luz tras zarpar del puerto de Vigo: «Entereime cando pisei terra en Gran Canaria».

Julio Cespón asegura que «o máis duro foi coñecer á miña filla con 8 meses de vida». A raíz del nacimiento de su primera hija, entendió que «as mulleres que quedan en terra sofren máis que nós. Teñen que exercer de pai e de nai». En el tiempo que estuvo faenando en el Ribadeo como contramaestre de factoría vivió momentos desagradables. No tuvo que pensar mucho para recordar: «Nunha das roldas vin como un mozo quedaba sen tres dedos, mentres cortaba as colas do peixe coa circular». La falta de sueño, a la par que el frío, hacían que este tipo de incidentes fueran comunes entre los trabajadores encargados de esas labores.

El buen clima hacía sus estancias embarcado más agradables. «Estaba moi contento alí, pero co cambio de política a cousa cambiou», señala Cespón.

Las modificaciones que se realizaron «obrigaban ás empresas a dar traballo nos barcos aos mozos do país». Con la incorporación de los nuevos miembros «déronse situacións moi incómodas e de perigo». En aquel momento, narra, solo quedaban altos mandos españoles, el resto de la tripulación era originaria del continente africano. Al poco tiempo, a uno de los capataces «metérono nun túnel de frío, pecharon a porta e deixárono morrer conxelado», comenta. En otra ocasión «déronlle sete puñaladas a un contramestre, salvouse de milagre». Al ver el riesgo que corría, Julio decidió cerrar su etapa en África y solicitar nuevo destino a Pescanova. Después, pasó dos mareas en Canadá «pero botar oito meses fóra non convencía á muller».

Entre los fogones

El capitán de uno de los barcos que partía hacía Malvinas le propuso formar parte de la tripulación. «As condicións eran distintas, botaba catro meses nunha marea, pero logo tres na casa, e iso repercutiu positivamente na familia», argumenta el aventurero. En Malvinas trabajó como marinero, pero su vida dio un giro inesperado cuando el contramaestre le pidió que ayudara al cocinero.

«Sempre gustei da cociña, pero nunca pensei en ser cociñeiro», declara el que un día ayudó a hacer pan, y tres años después ya dominaba los fogones. Al ver que se le daba bien, el contramaestre lo llamó para preguntarle si le interesaría ser ayudante de cocina durante un tiempo. Una vez que lo habló con su mujer, Cespón notificó a la empresa de que iba a estudiar cocina en tierra.

En 1977 «chamáronme para partir co New Polar como primeiro cociñeiro rumbo Malvinas», recuerda. Como responsable de cocina tuvo que adaptarse a los horarios: «Levantábame ás seis e media da mañá e ía durmir á unha da madrugada». Los veteranos decían que «a cociña era imprescindible, tendo contentos ós mariñeiros, renden máis».

Fue así como el niño que empezó siendo marinero con tan solo 15 años, trabajó como contramaestre y se retiró ejerciendo de cocinero en el 2014, tras haber cumplido los 54 años.

Pesca recreativa

Julio Cespón necesita del mar y de la pesca para sentirse vivo. Jubilado a los 54 años, se reúne a diario con otros marineros que también practican la pesca recreativa. «Boto catro ou cinco horas ao día á beira do mar porque é vital para a miña rutina», declara.