Ángel Piñeiro, un productor muradano detrás de festivales como O Son do Camiño y el Resurrection Fest

Laura Ríos
Laura Ríos RIBEIRA

BARBANZA

El barbanzana (en el centro), se sacó una foto con sus artistas favoritos, los mimebros de la banda Alt-J durante la edición de este año de O Son do Camiño
El barbanzana (en el centro), se sacó una foto con sus artistas favoritos, los mimebros de la banda Alt-J durante la edición de este año de O Son do Camiño CEDIDA

El muradano, que empezó en la música como voluntario, ha sido premiado por una revista inglesa

03 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El tenue sol de invierno que baña estos días las calles barbanzanas recuerda, aunque sea un poco, a los días de verano. Desde siempre, pero sobre todo de unos años para acá, la época estival se caracteriza por ofrecer una amplia agenda cultural para todos los gustos y bolsillos. Los grandes reyes de la diversión en los últimos tiempos son los festivales de música, en los que el ambiente lúdico y relajado invita a los participantes a pasárselo en grande con jornadas llenas de letras y melodías que los transportan a un universo en el que no existen el estrés ni las preocupaciones.

Para que muchos puedan disfrutar, unos pocos tienen que esforzarse durante todo el año para traer a los mejores músicos del mundo a tierras gallegas. Uno de esos currantes es Ángel Piñeiro, un muradano involucrado en celebraciones artísticas de la talla de O Son do Camiño, o el Resurrection Fest. Su papel, que podría parecer sencillo para quien no conozca el sector, es el de jefe de producción, es decir, el de coordinar a todos los profesionales para que la experiencia del público y los intérpretes sea lo mejor posible.

Nadie nace aprendido, y eso bien lo sabe el barbanzano, cuya mejor escuela fue ayudar en la organización del festival Castelo Rock durante diez años, primero como voluntario y después como miembro del equipo directivo: «Empecei con 18 ou 19 anos porque me gustaba a idea de que houbese unha cita cultural tan importante en Muros».

Tras una corta experiencia laboral en los Estados Unidos que le valió para aprender inglés, fue mientras trabajaba en una empresa de A Coruña cuando empezó a meterse cada vez más en la asociación, incluso cuando esto suponía sacrificar muchos fines de semana y quedadas con amigos y pareja: «Pasaba todo o ano dicindo que era o último que o facía, pero despois chegaban as datas do festival e sentíame tan orgulloso do que conseguíramos, que volvía a meterme outra vez». Fue en el 2016 cuando se dio cuenta de que la enorme afición que siempre había sentido por la música tenía que convertirse en algo más.

Ese mismo año se le presentó la oportunidad de cursar un máster en gestión cultural, lo que le permitió hacer las prácticas en el Resurrection Fest de Viveiro. A partir de ese momento, todo ha sido una carrera meteórica hacia arriba que lo ha llevado a colaborar, junto con otra empresa, en la producción de citas culturales tan grandes como O Son do Camiño. Este ascenso imparable hasta la cima ha hecho que la revista británica Access All Areas Magazine lo nominase al premio de mejor productor del mundo, en el que se llevó, con mucho orgullo, la plata: «Xa só recibir aquela chamada foi un enorme privilexio».

De Lenny Kravitz a Rosalía

El estrés de coordinar a decenas de personas bajo su mando y tener que tratar con los representantes de los diferentes artistas se combina, cuenta el muradano, con la emoción de llegar a conocer a mitos de la industria como Lenny Kravitz o Rosalía: «Despois de tantos anos acabas tendo relación con algúns deles, pero sempre é importante é saber manter a compostura».

Señala que la gran mayoría de los intérpretes famosos son personas normales y amables a las que le gusta tratar bien a los equipos con los que colaboran. Aún así, subraya que hay ocasiones en los que los choques no dependen del propio músico en sí, sino del jefe de producción que tenga, que a veces puede pedir cosas imposibles.

Uno de esos fue el caso de un artista del que el muradano no da el nombre, pero del que si desvela que «pediunos ter animais vivos no camerino e puxémoslle peluches. Opuxémonos dende o principio a ter a seres vivos engaiolados para iso, non hai que darlles todo o que solicitan».

Piñeiro prefiere quedarse con lo positivo y resaltar las buenas formas de muchos de las estrellas que actúan en los festivales, que no tienen reparo en firmarle algún disco o sacarse una foto con él. Señala que siempre tiene que ir por delante la profesionalidad y que para conseguirlo no presiona a la persona, sino que se lo pide educadamente a su jefe de producción. A este respecto, recuerda con cariño el detalle que los miembros de la banda Alt-J tuvieron con su hijo Tiago, al que mandaron un vídeo.