Corazón de piedra

BARBANZA

27 ene 2022 . Actualizado a las 10:52 h.

Hay personas mayores que no tienen ni idea de cómo utilizar la banca digital: forman parte del grupo de jubilados a los que toman por idiotas. Y yo debo de ser el primer idiota de ese grupo. Pues cuando en un arranque de amor propio me atrevo a efectuar una transacción bancaria siguiendo los apuntes que me dejó una de mis hijas, y me sale bien, de nervioso que me pongo me dan ganas de aplaudir. Debe ser por la alegría de pensar que tal vez yo aún no esté en ese grupo de personas mayores a quienes los banqueros y algunos bancarios miran con insultante superioridad, como si fuésemos idiotas, por no saber manejar un maquinillo que tantos beneficios les da a los listos banqueros.

Y lo peor es cuando tenemos la suerte de que nos reciba un empleado bancario: «Es fácil José; todo lo puede hacer con su tarjeta». Y nos lo dicen con voz suficientemente alta para que se entere todo dios de que somos unos muebles inservibles.

Pero he aquí que un buen hombre llamado Carlos San Juan, después de dejar su profesión de médico por razón de edad, está promoviendo la captación de firmas para conseguir que los bancos estén obligados a compartir el sistema digital con el modelo presencial de toda una vida. Y, si la información no me falla, a día de hoy, a través de la plataforma Change.org, ha alcanzado ya la friolera de cuatrocientas mil firmas. ¿Se imaginan cuántas habría podido conseguir si todos supiéramos cómo firmar en ese Change.org? Bueno, yo lo acabo de hacer gracias a los apuntes que, como decía, me dejó alguno de mis hijos.

En ese portal digital donde está colgada la petición dirigida al Banco Santander y otras seis entidades financieras más, el bueno del doctor manifiesta que «no creo que los presidentes del Banco de España y los de las entidades bancarias tengan el corazón de piedra». Pero yo, querido amigo San Juan, disiento totalmente, aunque me admira que usted todavía crea en la caridad fraterna, al igual que predicaba su homónimo apóstol en su segunda epístola.

¿Corazón de piedra, los banqueros? No, eso no. De ser así, no tendrían tanta pasión por el dinero. Lo que posiblemente ocurra es que tengan los oídos con tapones de cerumen endurecidos por tanta pasta, sin que haya gobierno capaz de obligarlos a que vayan a ver a un buen médico que se los destapone, y que bien podría ser el doctor Carlos San Juan de Laorden, que así se llama esta gran persona mayor que no quiere que nos miren como si fuésemos idiotas. Gracias don Carlos.