Un PSOE progresista

José Vicente Domínguez
José Vicente Domínguez LATITUD 42°-34, 8 N

BARBANZA

14 nov 2019 . Actualizado a las 10:52 h.

En el PP, rival directo del PSOE, están tan felices con sus 89 escaños que su líder no deja de enseñar los dientes superiores. Pasar de 66 a 89 no está nada mal. Me hacen recordar al paralítico despeñándose por la cuesta abajo de Lourdes en busca de un milagro, gritando aquello de ¡qué me quede como estoy! De Ciudadanos no es momento de hablar. Eso sí, me alegro por el BNG. Casi siempre la coherencia logra sus frutos, aunque estos se traduzcan en un único, pero valioso diputado.

Los de Vox, henchidos con su crecimiento (en gran medida de escindidos del Partido Popular), ya piensan en destruir todo lo construido en los casi 41 años de democracia. Pobres. Aún no acaban de darse cuenta de que gracias a esa democracia que pretenden aniquilar, están ellos en el Congreso de los Diputados y en el Senado; y existen ayuntamientos democráticos y autonomías. Qué pena; de forma parecida llegó Hitler al poder.

Unidas Podemos ha ganado en madurez. Parece que su líder ha logrado aterrizar sin romper nada, gracias a esos siete escaños perdidos; cual kilos de sobrepeso en un cuerpo lleno de ego, y por ello incapaz de conseguir las metas que se proponía.

¿Y el PSOE? Digamos que ha tardado más de lo necesario en encontrar pareja, lo que le produjo ciertos achaques y lógica incomprensión. Finalmente la encontró y ahora tan solo faltan los padrinos.

Llegados a este punto, muchos se están preguntando si un gobierno progresista es bueno para España. Y no es extraño que eso piensen los no progresistas, creyendo que se pueden compatibilizar intereses contrapuestos. Hora es de darse cuenta que no todos los partidos son iguales, y que todavía no se ha descubierto la fórmula para conseguir la fusión del agua con el aceite. Los electores que consiguieron los 120 escaños para el PSOE, es lógico que busquen amparo con otras fuerzas progresistas.

Progresistas para que, si de nuevo viene otra crisis, no paguen la factura los de siempre. Progresismo, para que no mermen los derechos del estado del bienestar. Progresismo, para que exista una verdadera redistribución de la riqueza y los ricos no sean más ricos y los pobres más pobres. Y también un gobierno progresista, para que el Estado pueda ayudar a esos 1747 votantes de Vox en Ribeira. A esos paisanos a quienes unos iluminados han conseguido embrearlos con la ponzoña de la intolerancia, bajo el estandarte de la maldad de la España de las autonomías y otros supuestos males fruto de su falta de empatía y de caridad para con los diferentes y los más necesitados.