Ha tocado la lotería en España. La han cantado los niños de Luxemburgo y el premio está muy repartido. De hecho se calcula que más de tres millones de españoles han obtenido un pellizco ¡Paga la banca, nunca mejor dicho! Se estima que en total han repartido 4.500 millones en la pedrea de los pobres... ¡y hasta aquí puedo tomármelo a broma sin devolver mi primera papilla! De puro asco, oiga.
¡Qué vergüenza de país! ¿Cuándo hemos convertido este terruño en una república bananera? ¿En qué momento nos han birlado nuestros derechos? La banca y la justicia, dos instituciones a las que se le supone equidad, responsabilidad y honradez, se confabularon -sin pata de palo ni parche en el ojo, al contrario, con traje y corbata- para meternos unos la mano en el bolsillo y otros para hacernos el despiste. Estratagema tan vieja como la de trileros, carteristas y demás timadores.
Que menos mal que nos queda la Unión Europea y sus instituciones para mirar por nosotros y poner los puntos sobre las íes, porque en suelo patrio, robados y manteados. Que a una casi le dan ganas de salir mañana a la calle con la bandera azul y las doce estrellas doradas sobre el corazón. De los políticos de aquí, mejor, ni hablar; por el bien de la úlcera.
Pero no crean que el atentando al sentido común y a las leyes ha terminado. Seguros de que están en su huerto privado, blindado por nuestra calaña política, la banca ya amenaza que nada de devolver de oficio. Caso por caso y a los tribunales. Un desafío al Estado de derecho tan grande como el del secesionismo catalán, pero de este nadie habla porque a los que mandan les va la nómina en ello.