En ese tiempo al que se refiere Concheiro, esos 14 años en los que no se hizo un mínimo mantenimiento de las construcciones, además, las visitas se produjeron al por mayor. Y sin ningún control por parte de la Administración. Es decir, quien va a Baroña puede desde subirse a las construcciones hasta levantar piedras sin que, a buen seguro, le llamen la atención. Con este panorama, no es de extrañar que recientemente alguien adornase el sitio con esculturas de cantos rodados.
Lentitud
Por lo que se ve, la rapidez con la que el abandono y la erosión hacen mella en el yacimiento es inversamente proporcional a la lentitud con la que las Administraciones actúan para proteger el castro y hacer labores de conservación. Ahora mismo, se están ultimando los trámites para que un equipo dirigido por Concheiro haga una planimetría del conjunto arqueológico y elabore un diagnóstico que permita saber con exactitud qué es lo que hay que hacer en Baroña -unos trabajos que financiará la Xunta-. «Trátase de traballar con cautela para non hipotecar o futuro do castro», señaló el arqueólogo. De momento, no está clara la fecha en la que se empezará a trabajar. Sea cuando fuere, la cuestión está en saber si, una vez que se haga el análisis, habrá dinero para seguir.