El cemento que se echó para consolidar los muros en los ochenta se evidencia en distintos sitios
24 abr 2010 . Actualizado a las 02:00 h.Adentrarse en el castro de Baroña es como meterse en una máquina del tiempo. Las construcciones pétreas llevan al visitante a la Prehistoria y, mientras el mar sonense bate, uno se imagina hasta a los antiguos moradores. Parece que el tiempo no avanzó. Pero nada más lejos de la realidad. Los años corrieron y, sobre todo, pasaron factura a las milenarias edificaciones que, actualmente, están en las fauces del deterioro. No solo se puede afirmar tal cosa porque se vean piedras sueltas, sino porque lo dicen los expertos. Tito Concheiro, el arqueólogo que va a dirigir una actuación en la zona en un futuro próximo, señala: «Está mal, deberíanse facer labores de conservación de forma inmediata»; un trabajo de mantenimiento por el que Baroña lleva 14 años esperando.
Siendo profano en la materia arqueológica, hay cuestiones que saltan a la vista en una visita al castro. Hay piedras de las construcciones que están sueltas, ora tiradas justo al lado de los muros ora esparcidas por la hierba. Otra de las cosas llamativas es el cemento; que aparece en casi todos los círculos pétreos. ¿A qué se debe? A la intervención hecha en los años ochenta, cuando aún se permitía usar ese material para hacer labores de consolidación de muros en los yacimientos arqueológicos. Ahora ya no se puede utilizar, pero como en Baroña hace catorce años que no se actúa, pues la pasta grisácea sigue afeando las milenarias piedras.
Hasta ahí llegan los desperfectos que topa el visitante. Sin embargo, el arqueólogo Tito Concheiro va más allá. Señala que tanto la erosión como las visitas fueron pasando factura al castro y que, ahora mismo, es evidente que necesita que se hagan labores de conservación. Señala que las estructuras están bastante dañadas y que, de seguir así, el futuro del yacimiento es entre poco y nada optimista. «Trátase dun castro moi grande, con 35 estruturas escavadas, e que non debería levar 14 anos sen actuarse nel».
En ese tiempo al que se refiere Concheiro, esos 14 años en los que no se hizo un mínimo mantenimiento de las construcciones, además, las visitas se produjeron al por mayor. Y sin ningún control por parte de la Administración. Es decir, quien va a Baroña puede desde subirse a las construcciones hasta levantar piedras sin que, a buen seguro, le llamen la atención. Con este panorama, no es de extrañar que recientemente alguien adornase el sitio con esculturas de cantos rodados.
Lentitud
Por lo que se ve, la rapidez con la que el abandono y la erosión hacen mella en el yacimiento es inversamente proporcional a la lentitud con la que las Administraciones actúan para proteger el castro y hacer labores de conservación. Ahora mismo, se están ultimando los trámites para que un equipo dirigido por Concheiro haga una planimetría del conjunto arqueológico y elabore un diagnóstico que permita saber con exactitud qué es lo que hay que hacer en Baroña -unos trabajos que financiará la Xunta-. «Trátase de traballar con cautela para non hipotecar o futuro do castro», señaló el arqueólogo. De momento, no está clara la fecha en la que se empezará a trabajar. Sea cuando fuere, la cuestión está en saber si, una vez que se haga el análisis, habrá dinero para seguir.