El ciclismo es una de las pasiones que unen a padre e hijo, una pequeña familia boirense para la que la actividad física es toda una filosofía de vida
12 oct 2008 . Actualizado a las 02:00 h.Arturo Piñeiro es un vecino de Boiro que siempre ha sentido una gran pasión por el deporte, «creo que es algo que va en la sangre». Álvaro Piñeiro es su hijo, al que ha inculcado su afición. Aunque el pequeño de la casa parece dispuesto a superar a su padre. Hablador y nada tímido, es él, con apenas 9 años -aunque, aclara, va camino de los 10-, quien cuenta su historia y la de su padre.
Desde sus inicios en el culturismo, disciplina en la que alcanzó el quinto puesto en el campeonato gallego en 1994, hasta su paso por el taekuondo y su etapa en el ciclismo, que inició hace 14 años, Álvaro habla orgulloso de los logros de su padre. Pero él también tiene mucho que contar. Empezó a dar sus primeras pedaladas en la disciplina del club Barbanza a principios de este 2008, y desde entonces acumula media docena de medallas, y alguna que otra cicatriz de guerra.
Y es que el ciclismo entraña sus riesgos, tal y como reconoce Arturo, que ya pasó dos veces por el hospital después de parar con sus huesos sobre el asfalto durante las competiciones.
Aunque Álvaro empezó a hacer sus pinitos sobre la bicicleta este año, siempre ha acompañado a su padre en las carreras y se ha subido con él al podio en no pocas ocasiones. En su casa, Arturo acumula trofeos y su hijo recuerda la participación de su progenitor en la «quebrantahuesos», una prueba que exige más de 7 horas en carrera, su segundo puesto en el campeonato gallego del 2007, el tercero de hace dos años o el quinto de esta temporada. «Vamos a por el título, pero se nos resiste», lamenta Arturo.
Con todo, cuenta que los trofeos son lo que menos le importa. «Cuando llevas muchos años, acabas por dejar de darle importancia. Das más valor al reconocimiento y al respeto que te tiene el pelotón», asegura. Es eso lo que siempre ha querido transmitirle a su hijo, que lo importante es participar y pasarlo bien. «Pero hay que intentar ganar», le replica Álvaro.
Entrenamientos
El ciclismo exige mucha dedicación, horas de preparación y una inversión de dinero importante, tanto en el equipo como en los desplazamientos a las carreras. Ahora la temporada ha acabado y Arturo reduce el nivel de los entrenamientos, que alcanzan las 80 horas mensuales en los meses de competición, aunque mantiene estrictamente su dieta alimenticia.
Álvaro, por contra, no tiene descanso. Cuenta que tiene una vida «muy atareada», sobre todo los fines de semana. Es portero y ayer por la mañana debía disputar un partido con su equipo de fútbol, el Barraña, en A Pobra, y por la tarde le esperaba una nueva sesión de entrenamiento sobre la bicicleta.
No lo lleva mal, y dice que le gusta entrenar, le da igual hacerlo con su padre o con sus compañeros de equipo, aunque reconoce que «el ciclismo de carretera no me gusta demasiado, prefiero la mountain bike».
También practicó taekuondo, disciplina en la que empezó a los 3 años. «Siempre he querido inculcarle la afición por el deporte», explica su padre. De momento, parece que al pequeño de la familia no le va mal. A sus medallas en ciclismo se suman dos preseas en fútbol. Pueden estar tranquilos los seguidores del Barraña, «la portería la tengo muy segura».