María Jesús Rolán cree que «si sueñas las cosas y las trabajas, se cumplen»; en su caso fue así y camino de los 41 años su botica se ha convertido en «un espacio de salud» que cuida a la gente de su entorno
12 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Cuando acabó la carrera de Farmacia, cuenta María Jesús Rolán, «no había mucho trabajo». Así que aquella jovencita de sonrisa tímida, a la que poca gente conocía la voz, consiguió una beca para formarse en nutrición mientras su futuro se aclaraba. No tardó mucho en poder volver a Vilagarcía e instalarse en la farmacia del barrio de Matosinhos. Era el año 1983, y aunque ya existían colegios en la zona de A Lomba, esa parte de la capital arousana era un territorio inexplorado por la mayoría. «Yo era de Vilagarcía y A Lomba era otro mundo; yo esta zona casi se puede decir que no la pisé hasta que vine a ver la farmacia», cuenta María Jesús. La calle en la que estaba ubicado su despacho, frente al matadero municipal, era de tierra, y todos los días, recuerda, «barría delante de mi puerta, como la ratita presumida».
La farmacia Rolán abría los 365 días del año, hasta las once de la noche. «Una vecina se venía a hacerme compañía hasta que cerraba», cuenta la boticaria. Sonríe. «Siempre me he sentido muy querida», confiesa. Es como si el barrio le devolviese todo el amor y todos los cuidados que ella le ha brindado durante los cuarenta años que lleva abierto su «espacio de salud».
El establecimiento ha cambiado de ubicación en varias ocasiones. Primero, en el año 95, cuando pasó a la esquina de Matosinhos y Doutor Tourón. «Ahí la cosa cambió mucho, porque al no estar metida en el barrio, la farmacia ya se veía más», cuenta. Luego, en el año 2015 cruzó Doutor Tourón, la última frontera. Para entonces, Rolán ya era una farmacia de ciudad que había crecido al ritmo de su entorno y que seguía tejiendo lazos con sus vecinos y vecinas, empeñada en ser un pilar desde el que construir y difundir la cultura de la salud consciente, de la responsabilidad con el cuidado propio. Hoy, María Jesús reconoce estar más que satisfecha con el trabajo realizado: en su farmacia se ofrece asesoramiento sobre cuestiones muy diversas, desde nutrición a salud cardiovascular; desde dermatología a cuidados en la menopausia. Periódicamente se ofrecen charlas abiertas a todo el mundo sobre todo tipo de asuntos: aquí no hay tabúes. Y cualquiera que acuda a buscar una receta, encontrará a una persona dispuesta a darle consejos o recomendaciones. «En mi farmacia muchas veces hay cola. Claro que hay cola: me gusta dedicarle a la gente el tiempo que necesita», declara Rolán.
Esto era exactamente lo que ella soñaba: «Yo soñaba con un lugar de salud y acompañamiento, de cuidar a la gente de mi entorno». Y es que «para eso están las farmacias, para resolver pequeños problemas de salud que se pueden solventar» y que en muchas ocasiones se sufren en silencio, con resignación, «porque parece que es lo que nos toca». «Eso es algo que nos pasa mucho a las mujeres. Somos especialistas en cuidar a la gente que nos rodea, pero nos olvidamos de nosotras y de repente llega la menopausia y nos empiezan a pasar cosas que asumimos como inevitables. Y se pueden evitar», señala.
Para eso hay que escuchar a nuestro cuerpo y a quienes pueden ayudarnos, pero parece que nos cuesta hacerlo, cada vez más. Hay quien prefiere creer en los productos milagro, en las pócimas que hacen magia. Y esas, dice María Jesús con conocimiento de causa, «no existen». «Mis armas son mi conocimiento y mi posibilidad de ofrecerte lo que necesitas, pero si tú no pones de tu parte y prefieres creer en la magia... La magia no existe», dice. Lo que existe son los «pilares básicos de la salud»: una buena alimentación, un buen sueño, hacer ejercicio, tener relaciones sociales...». Pero son precisamente esas cosas, añade, las primeras que quedan relegadas en una sociedad que anda demasiado apurada. «Deberíamos pensar en lo que hacían nuestros abuelos y abuelas. Ellos tenían muy claro que tenían que reservar un tiempo para hacer la comida, para comer, para descansar... Y trabajaban mucho, muchísimo».
La conversación con María Jesús se desliza suavemente del pasado al futuro. Y es que en la Farmacia Rolán se mantienen vivas las mejores enseñanzas que hemos heredado y no se tiene miedo a incorporar las ventajas que nos traen los nuevos tiempos. «Fui la séptima farmacia de Galicia en informatizarme, y eso que mis ventas no eran para tanto. Pero mi madre era empresaria y yo aprendí mucho de ella», cuenta la boticaria. Tampoco dudó cuando decidió incorporar un robot a su establecimiento, en el que trabajan once personas. Al frente, la jefa, que ya podría estar jubilada. «Pero si me jubilo tendría que buscar algo para hacer... ¿Iba a encontrar algo que me gustase tanto como lo que hago ahora? No lo creo», confiesa. Y con la sonrisa en los labios sale a atender a los clientes, a escucharlos, a estrecharles el brazo cuando solo necesitan consuelo.