Una gárgola del siglo XVII palidece amordazada por un caño en Vilagarcía

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Martina Miser

La pieza pertenece al conjunto de Vista Alegre, que dispone de la categoría de monumento nacional y máxima protección urbanística

20 sep 2021 . Actualizado a las 20:50 h.

Son muchos y muy antiguos los lazos que unen Vilagarcía con Santiago. Para dejar tranquilos el tren y la playa de A Compostela, manidos tópicos de esta longeva relación, recordemos que don Fernando de Andrade y Sotomayor, que fundó la iglesia y el convento de Vista Alegre en 1648, fue arzobispo de la metrópoli compostelana. La edificación constituye junto con su pazo matriz, construido a mediados del siglo anterior y unido a ella por un característico arco, el principal conjunto monumental de la capital arousana. Disfruta, de hecho, de la categoría de monumento nacional, con el grado máximo de protección urbanística. Lamentablemente, hay preocupaciones que el paso de las centurias no contribuye a contagiar entre los pueblos, por estrecha que sea su convivencia. El aprecio hacia el patrimonio es una de esas actitudes que Vilagarcía no parece acabar de asumir. Y para muestra, un botón: la gárgola que permanece cruelmente amordazada por un canalón en la joya arquitectónica de Vista Alegre, desde donde nació la ciudad.

Este tipo de elementos, que acostumbran a figurar animales mitológicos o reales, monstruos, cuerpos en poderosas contorsiones e incluso los misteriosos hombres verdes, los greenmen asociados a la cultura medieval atlántica, de cuyas bocas brotan hojas y ramas, vigilan el casco antiguo de Santiago por decenas. Sin poder compararse con el esplendor compostelano, Vilagarcía posee, no obstante, una veintena de gárgolas que pueden observarse, precisamente, en el conjunto de Vista Alegre. Al margen de su potencial simbólico, el granito así tallado desempeña una función transparente, tan prosaica como imprescindible en un clima como el nuestro: evacuar el agua que las lluvias arrojan sobre los tejados que tienen la fortuna de contar con ellas.

Resulta sencillo observar que la mayoría de estas gárgolas arousanas abren sus fauces para prolongarlas en un caño de granito que potencia su cometido. Se trata, o eso parece a simple vista, de serpientes de aspecto feroz, protegidas por escamas de piedra, tal vez hermanas del áspid que los chavales de Compostela comparan con el Pato Donald, por el remate de su hocico en forma de pico, y contempla la ciudad arzobispal desde San Martín Pinario. El monasterio fue reedificado en el siglo XVI, el mismo en el que se levantó el pazo fundacional de la capital arousana.

Tú al libro, yo al canalón

Sucede que en Santiago se les dedica a estas piezas históricas, testigos mudos del paso del tiempo, una ruta turística propia y un libro de divulgación infantil, magníficamente dibujado por Kiko Dasilva, por cierto, mientras en Vilagarcía se les premia con una chapucera desfeita. No está muy claro cuándo el operario de turno amordazó la gárgola de Vista Alegre con el canalón de cobre que hoy arruina su boca de piedra. La orden de las agustinianas que habita el convento al que pertenece la infortunada serpiente de piedra —datada, por tanto, en el siglo XVII, uno después que el pazo— se esfuerza en el costoso mantenimiento de su noble edificación, y ha encargado, a lo largo de los años, varias reparaciones de sus tejados. A alguna de ellas corresponderá esta descabellada e ignara solución.