«El cuerpo nos pedía pelear hasta el final»

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido VILAGARCÍA / AGENCIA

VILAGARCÍA DE AROUSA

En O Pousadoiro se ha recuperado la normalidad, pero los recuerdos de cuatro meses de lucha tardarán en borrarse. El comité de empresa habla del año transcurrido desde la conclusión de la huelga

07 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Fueron 118 días de pelea. De lucha por defender unos derechos que se veían amenazados y que acabaron con un acuerdo que se firmó hace hoy un año. Un acuerdo que no era el deseado por los trabajadores pero al que las circunstancias les empujaron a aceptar. Un año más tarde, muchas cosas han cambiado en O Pousadoiro. La esencial, sin embargo, no. El «Ou todos ou ningún» se mantiene firme en la fábrica. «Lo volveríamos a hacer», aseguran los miembros del comité de empresa.

Una dura decisión

La solución menos mala. «Nos fue difícil plantear esa solución porque fue una solución inmerecida. Sospechábamos que en el trámite judicial íbamos a ganar pero tendríamos que esperar cuatro meses más. Fue la solución menos mala. El acuerdo solo fue bueno porque puso fin a un conflicto muy largo y que estaba enquistado», apunta Suso López. «Firmamos porque había gente que lo estaba pasando muy mal. Había que pensar en ellos», subraya Carlos Domínguez

Sabor agridulce

«Las cosas se pueden hacer de otra forma». «No estamos satisfechos de haber tomado esa decisión. Lo que nos pedía el cuerpo era pelear hasta el final. La prueba de que las cosas se pueden hacer de otra manera es que DS Smith ha puesto punto y final a todo aquello. El comité desde el principio planteó prejubilaciones, bajas incentivadas y Eres temporales como soluciones al conflicto. Lo planteamos ya en la segunda semana de la negociación y fue rechazado por aquella dirección», dice Suso López.

El primer día

El 11-M, el día de la vuelta al trabajo. «No hay diferencia entre aquel día y hoy en día», apunta José Rivas. Evidentemente es difícil reconducir la situación entre quienes fueron a la huelga y quienes decidieron continuar trabajando y desde el comité se denuncia alguna represalia en las primeras semanas. «Sí que hay tirantez. La hubo y la sigue habiendo porque aún no entendemos que cuando plantean que van a despedir a 32 compañeros y te van a bajar un 30% el salario haya gente que no se mueva. O que incluso ponen trabas a quienes nos hemos movido y nos critican», dice López. «Mucha gente que no la secundó dice ahora que de haber sabido como se planteó sí la habría secundado», sentencia Rivas.

El apoyo de la ciudad

«Nos sorprendió por completo». «No nos esperábamos un apoyo tan importante», contestan todos prácticamente a coro cuando se les cuestiona sobre la respuesta de Vilagarcía durante los cuatro meses. «La gente entendió que era una injusticia en toda regla y nosotros también nos movimos bastante», destaca José Rivas. «Vilagarcía venía de perder dos empresas como Megasa y Cuca. Quedaban Lantero y Larsa y si Lantero se hubiera quedado a la mitad sería una auténtica sangría», subraya el presidente del comité.

La guerra sucia

La polémica de los salarios. Durante el conflicto hubo quien se encargó de extender por la ciudad la idea de que en Lantero se cobraba muy bien en un intento claro de desprestigiar a los trabajadores que estaban en huelga. «Los salarios son más que normales. La gente debería pensar que esos salarios deberían tenerlos todos los trabajadores, si es que son tan buenos. Así tendría que ser para todo el mundo y no los 800 euros, con suerte, que se pagan hoy en día por un trabajo de ocho horas al día. Y nosotros tenemos gente trabajando por ese sueldo», apunta Suso.

Los motivos

«Buscaban debilitar a la plantilla». Parece claro que la empresa era rentable, y que las medidas que pretendía tomar no ayudarían a incrementar la producción. ¿Por qué quisieron hacerlo? «Lo que buscaban era el abaratamiento de costes. Lo primero que se lleva por delante el acuerdo son los salarios más altos, los de más antigüedad. Buscaban debilitar a la plantilla, que sabían que estaba unida y que iba a responder. No es normal que en una empresa con un conflicto laboral lo primero que entren sean dos perros y cuatro pistolas», afirma López. «No tenemos la certeza pero todos creemos que en el fondo estaba relacionado con la venta de la empresa», apunta Santiago Del Río.

Los nuevos dueños

«Tranquilos no estamos». Lantero es ahora DS Smith pero, al menos hasta el momento, no se han producido cambios en la dirección local con la única excepción del gerente. «Aún estamos con la mosca detrás de la oreja», apunta Emilio Caeiro. «El soporte multinacional que da DS Smith debería ser una garantía para el futuro», destaca López. «Las relaciones de momento se pueden tildar de cordiales. Lo que sí cambian son las maneras de hacer las cosas a nivel de grupo. Una cosa es Lantero, que tenía su sede en Madrid y personal con el que teníamos alguna relación, no buena evidentemente. Y ahora es DS Smith, que su sede está en Londres y que hace solo un par de días que conocimos a su responsable de recursos humanos. Pero tiene unos códigos éticos que en Lantero en los últimos meses brillaron por su ausencia», insiste López. «Tiene que haber un cambio en la dirección. La gente no cree en ellos porque son los que salían en los medios diciendo que había que hacer lo que ellos decían, cuando era mentira», apunta Santiago.

Valió la pena

Sin dudas sobre la cuestión. «Sí, valió la pena», contestan sin dudar. «Siempre vale la pena defenderse ante una injusticia así», sentencia Suso López. «Muchos iban a ser despedidos para ser recontratados después a través de una ETT para pagarles menos», incide. «Y si vuelve a pasar habrá que volver a hacerlo», concluye Santiago.