Los Terminator de la avispa asiática en O Salnés

Bea Costa
Bea Costa RIBADUMIA / LA VOZ

RIBADUMIA

óscar Vífer

Andrés y Juan Carlos, voluntarios de Protección Civil de Ribadumia, recorren la comarca para retirar los nidos que se instalan en tejados, árboles y viñas

30 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Non o penso, alá onde me chaman vou», dice Andrés Otero. Ayer tenía en agenda retirar tres nidos de avispa asiática, también llamada velutina, dos en Ribadumia y otro en Meis. Y en lo que va de mes lleva una docena. Él es el experto, que para algo es apicultor, y lo acompaña Juan Carlos Durán, otro voluntario de la agrupación de Protección Civil de Ribadumia que, albañil de profesión, se mueve bien en las alturas. No es una cuestión menor. Para desmantelar los nidos de velutina muchas veces hay que escalar a tejados y árboles «e eu xa non estou para estes trotes, el apáñase ben nos altos», relata Andrés.

Ambos hacen esta labor voluntariamente «sen cobrar un peso», matizan, porque les mueve su afán de servicio público y, en el caso de Andrés, su amor por las abejas. La avispa asiática se ha convertido en el gran depredador de las fabricantes de miel, y el ribadumiense es incapaz de asistir impasible a este fenómeno. «Dóeme moito, son unhas asasinas». Cada avispa velutina puede matar unas quince abejas lo cual está mermando de forma notable las poblaciones de esta especie en Galicia. «A min leváronme xa dúas colmeas. Póñense diante da porta da colmea e cómenas vivas. En catro días poden acabar cunha colmea enteira», explica.

Pero si demoledores son estos ataques masivos a las abejas, lo que más preocupa a la gente son los efectos de la picadura en los humanos. Los médicos sostienen que no está demostrado que la picadura de velutina sea más letal que la de otra especie de avispa. «O problema é que pode picar cinco ou seis veces mentres que as abellas e as outras avespas só pican unha vez porque despois morren. Agárranse cos dentes e non te soltan. Cando pica unha pican todas e se es alérxico iso pode ser grave», explica Andrés. La avispa asiática busca acomodo en lugares de lo más variopintos: tejados, chimeneas, canalones, árboles y, según comprobó Andrés Otero el pasado fin de semana, también en viñas, lo cual le puso en alerta. «Coa de xente que vai traballar nas parras agora na vendima é importante que saiban que teñen que ter precaución. O que vin eu estaba a só un metro de altura», insiste. «Se ven un niño que non lle toquen porque esta avespa bótase a ti». Así que ya sabe, si usted trabaja en la viña o va a vendimiar este mes tenga en cuenta la recomendación y si se ve en esta situación llame a los expertos en la materia.

En la comarca opera un equipo de la Consellería de Medio Ambiente y algunas agrupaciones de Protección Civil disponen de vestimenta y material preparados para intervenir en estos casos. La de Ribadumia es una de ellas y en los últimos meses no para de recibir avisos de agrupaciones vecinas que reclaman sus servicios. Saben que Andrés Otero se las apaña bien con las enemigas de las abejas y siempre está disponible. «Xa fomos a Sanxenxo, a Meis a A Illa.... procuramos ir no día, pero agardamos ao día seguinte, se podemos á noite, para retirar o niño».

El procedimiento siempre es el mismo. Primero localizan e identifican el nido, y si se confirma que se trata de velutina, le aplican un insecticida con el fin de atontar a las avispas de manera que sea más seguro arrancar el nido. Una vez en el suelo lo meten en una bolsa o un saco y lo guardan en un envase hermético; dejan pasar una semana para asegurarse de que los insectos estén aturdidos antes de prenderles fuego, porque, según su experiencia, cuando se quema el nido el mismo día que se retira «hai avespas que escapan».

Andrés Otero y Juan Carlos Durán acuden a estos operativos bien parapetados, con trajes especiales, bombas y pértigas que les entregó la Xunta. Y si se escapa alguna y les ataca «non pasa nada». Andrés lleva ya muchas picaduras encima de esas abejas a las que tanto quiere y como no es alérgico, si no otro gallo cantaría, el mal es soportable. «Teño unha roncha de nada pero así tamén espabila o sangue», dice con humor. Es el precio que tiene que pagar por tener miel casera y por disfrutar de una afición que heredó de su padre y de su abuelo. «Eu mirando para as abellas son feliz». A las avispas asiáticas, sin embargo, les ha declarado la guerra.