De vaqueros e hijos de la era digital

b. c. VILAGARCÍA

A ILLA DE AROUSA

MARTINA MISER

Eduardo Amado y David Álvarez insuflan aire fresco en media docena de parroquias arousanas

04 nov 2019 . Actualizado a las 14:09 h.

Imposible pasar desapercibidos. «Como o trato, de ti ou de vostede?, pero se poderías ser o meu neto», le espetó ya algún que otro feligrés a David Álvarez, el nuevo párroco de A Illa, de San Miguel y de András. Y es que no es habitual encontrarse a un chaval con sotana, aunque fuera del templo huye de los formalismos y prefiere enfundarse unos vaqueros. Después de cinco años como sacerdote en Val do Dubra y de cuatro como delegado diocesano de las misiones, ahora recala en Arousa. Pide tiempo para conocer a la comunidad, a su gente, sus costumbres y sus tradiciones, pero, de entrada, dice, el recibimiento ha sido muy bueno.

La misma impresión traslada el segundo protagonista del día. Eduardo Amado acaba de aterrizar en las parroquias de Carril, Bamio y Catoira, y en su caso como primer destino. A sus 30 años, este betanceiro todavía sigue estudiando en el seminario tres días por semana, pero espera poder aguantar el ritmo. Su intención es mantener la misa diaria en Carril y el culto de fin de semana en Catoira y Bamio y, con el tiempo, ampliar horizontes. Ambos curas pertenecen a la era digital y aspiran a que sus parroquias no queden descolgadas de la modernidad. Todo se andará. Ahora, su prioridad es hacer de la parroquia un lugar de referencia para los fieles y atraer a la juventud a la fe. El objetivo no es sencillo. Son conscientes de que casos como los de la pederastia no ayudan. «Iso fai moito dano, pero é inxusto. A igrexa é un lugar propio, é a nosa obriga conservalo», señala David Álvarez.

Sobre el papel de la mujer y el celibato, los jóvenes párrocos no se desvían de la doctrina. Sostienen que la Iglesia dignifica a la mujer y le da un papel importante, y el celibato lo afrontan como un ejercicio de libertad y «un regalo».

Lo sí es un regalo para la Iglesia son vocaciones como las suyas, que dan esperanza a una institución con veinte siglos de historia.