Un astrolabio, viento y tolerancia: estas son las armas de Javier Babé para llegar al Caribe

Bea Costa
bea costa A ILLA / LA VOZ

AROUSA

La Peregrina emprende el sábado una travesía como las del siglo XVII con ocho tripulantes a bordo

30 mar 2024 . Actualizado a las 12:40 h.

El próximo sábado La Peregrina abandonará el puerto de O Xufre (A Illa) y pondrá rumbo a La Gomera, desde donde iniciará un viaje que podría inspirar al mismísimo Joseph Conrad. Al menos, el novelista británico estará a bordo a través de sus libros, compartiendo la biblioteca del barco con Moby Dick y los Cuentos del mar.

La Peregrina pondrá la proa hacia al Caribe como lleva haciéndolo desde hace casi cuarenta años, cuando Javier Babé decidió convertirla en su modo y su medio de vida. Pero el viaje tiene esta vez algo especial. Será como los del siglo XVII, cuando los marinos navegaban por estima, a ojo, y con el astrolabio como único instrumento para calcular la latitud en la inmensidad del océano. Babé ya tuvo este pesado medidor astronómico entre manos en otras ocasiones, pero será la primera vez que fíe su suerte a una réplica de 1555 sin apoyarse ni siquiera en un reloj de pulsera. Para buscar la posición del astro rey al mediodía tendrá que valerse de un reloj de sol y del oficio que le dan las 42 travesías que acumula por aguas de Atlántico.

En todo caso es un reto con mayúscula que trascenderá a la propia experiencia en el velero. Esta será plasmada en una serie documental de seis capítulos, El Reto Astrolabio, que emitirá la Televisión de Galicia y se podrá seguir desde tierra a través de internet (www.retoastrolabio.com) gracias a la tecnología vía satélite y a la pluma de Alfredo Conde, que se encargará de vestir literariamente esta aventura.

No será el único relato que saldrá de esta peripecia. Alejandro Diéguez quiere aprovechar la ocasión para escribir sobre sus andanzas compartiendo camarote y puertos con su amigo el capitán. A la cabeza le viene aquel atraco a mano armada que vivió con Babé hace catorce años en Venezuela y hay otras muchas historias por rescatar.

Diéguez vuelve a ser su aliado en febrero del 2024 y junto ellos estarán José Durán Jobó o dos Pelonios de Vilaxoán, Cristina, José Cuíñas, Cintia, Antonio y Thomas, que se estrena rodando en alta mar. La tripulación tendrá que acostumbrarse a convivir con la cámara y a comparecer en una especie de confesionario para hablar de las sensaciones que le deja este «viaje único en la historia de la navegación moderna».

Será una muesca más en el largo currículo de Babé, un hombre nacido en el secano de Madrid que capitaneó la primera expedición a la Antártida a vela y que se ha pasado casi toda su vida al timón, lidiando con los vientos, la lluvia, el sol y el peso de «la soledad del mando», explica. A los 28 años supo que patronear portacontenedores no era lo suyo y decidió navegar por la vida a vela en compañía de los suyos. A Óscar, su hijo pequeño, lo acunaba el vaivén de las olas, ni siquiera llegó a ir a la escuela, pero eso no le impidió recibir una completa educación bajo las directrices de su madre hasta incorporarse a los 14 años al instituto, y preparado como el que más, cuenta su padre orgulloso.

Así lo recordaba ayer mientras unos chavales recorrían la cubierta y los camarotes aprovechando la jornada de puertas abiertas organizada en La Peregrina. El veterano marino es generoso, de modo que tan pronto abre su barco a extraños, como ofrece una charla ante el auditorio de A Illa o imparte una clase exprés de navegación a unas periodistas que lo reclaman un sábado por la mañana. Es un sabio del mar que atrapa la atención del que le escucha con un discurso sosegado, preñado de vivencias insólitas y en un gallego perfecto sin atisbo de ese acento de O Grove en el que ha fijado su residencia desde hace años.

Tampoco es que pase demasiado tiempo en tierra firme. Ocho de los doce meses del calendario ejerce de «taxista de la mar», según su propia definición, trabajando en el sector del chárter náutico y haciendo escapadas con sus amigos. Pese a su verbo fácil le cuesta encontrar las palabras para definir las sensaciones que le provoca perderse en el océano. «É onde mellor me sinto, é algo que me enche». Tanto es así, que a sus 75 años sigue poniéndose retos y seguirá haciéndolo «mentres o corpo aguante». No todo han sido rosas en este camino; «tamén hai espiñas», apostilla, pero esas punzadas no le hacen variar el rumbo hacia La Deseada, que le espera en el Caribe a 3.000 millas de distancia.

Cuenta para ello con una tripulación experimentada y un barco de 20 metros de eslora bien avituallado. En sus bodegas están ya los 300 litros de agua potable que emplearán para beber y cocinar y la despensa se completará estos días con carne envasada, arroz, pasta y conservas, entre otras viandas en las que el vino no puede faltar. Del pescado se encargarán durante la travesía y para el aseo se las arreglarán con manguerazos de agua salada. «Se frotas ben vaise toda a salitre», cuentan entre risas Alejandro, Alfredo, Jobó y Javier. Charlan alrededor de la mesa del comedor —situada en la parte central del barco, entre los camarotes y los baños— haciendo gala de una gran camaradería. Es la mejor receta para llegar a buen puerto y el secreto está en practicar la tolerancia, señala Babé con la certeza del que ha vivido mucho. «É o máis importante, iso e procurar o desfrute persoal da experiencia».