La «alma mater» que piensa en rosa

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

Comenzó en el club para echar una mano y ahora es el corazón del CB Vilagarcía

05 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Podíamos decir que Mariola cayó en el baloncesto de casualidad, o también que el baloncesto tenía reservado para ella una vida inesperada. Lo cierto es que cuando se apuntó en la Tabacalera de A Coruña, con poco más de trece años, era imposible que pudiera imaginar que las canastas tendrían tanta importancia en su vida.

Mariola llegó a A Coruña con trece años de edad. Ella había practicado gimnasia rítmica en su Valladolid natal, pero por circunstancias de la vida acabó en el deporte de la canasta. Llegó por lo de siempre, alguna amiga que hizo en el cole y demás, pero en el caso de Mariola se unió la tenacidad. Ella vivía por la zona de Riazor y tenía que desplazarse hasta más allá de Cuatro Caminos, un viajecito en bus. Y se unió también el orgullo. «Iba una hora antes de que empezaran los entrenamientos para practicar», recuerda.

Y, poco a poco, con la perseverancia por bandera, fue mejorando. Cuando lo de la Tabacalera se acabó, se mudó a la Sagrada Familia, y de ahí al Compañía de María, uno de los equipos míticos de A Coruña. En el cuadro herculino, entonces uno de los más destacados en el panorama galaico, compatibilizaba su presencia en el conjunto júnior con el primer equipo. Luego, ya pasada la etapa de formación, militó un par de temporadas en el primer equipo del cuadro coruñés, hasta que comenzó a estudiar la carrera de enfermería y acabó en Oviedo, Allí consiguió ascender a la máxima categoría con el conjunto asturiano y luego militó también en el Pío XII santiagués y en el Cortegada vilagarciano.

Y la llegada a Vilagarcía cambió su vida,. La cambió porque decidió unirla a la de Alberto Banco. Ella nunca se había planteado entrenar. De hecho, ni siquiera se había sacado ningún título de entrenador para las categorías inferiores, algo que suele ser habitual e. Pero llegó el milagro. Empezó con Saúl Ares a llevar la parte administrativa del CB Vilagarcía, que ya por entonces comenzaba a brillar como organizador de la Vilagarcía Basket Cup, y ha acabado siendo la alma mater de la entidad porque faltan Alberto, que por razones profesionales también ligadas al baloncesto pasa muchos meses fuera de Vilagarcía, y Helena Mariño, cuya ausencia se deja sentir mucho en el CB Vilagarcía. «Hago todo lo que hacía, más algunas cosas de las que hacía Helena», apunta Mariola.

Ella, a la que nunca le había tirado mucho lo de entrenar, ha acabado cerrando la cuadratura del círculo y asegura que, pese a la que la pandemia fue un palo grande para los clubes, también ha servido para que las familias tengan claro la importancia de que los chavales hagan deporte y ahora, al parecer, va la rapazada a tiro fijo. «Antes venían para hacer deporte. Igual estaban unos meses y se iban. Ahora vienen para jugar al baloncesto», apunta Mariola, que defiende que la clave para que las cosa funcionen de la mejor manera es invertir en entrenadores.

La Basket Cup

El CB Vilagarcía tiene, además, la ventaja que supone la Vilagarcía Basket Cup. Una competición que hace labor de club, porque los jugadores del CB colaboran con la organización del torneo y es, segura, Mariola, «mucho más fácil transmitirles lo que significa el torneo para el club», afirma..

La última claves es preguntarse si el legado de Alberto y Mariola, y evidentemente de tantas otras personas que han colaborado con el CB Vilagarcía a lo largo de estos años, tendré relevo. Sostiene Mariola que sí. Roque anda metido en la vaina esta, pero apunta sobre todo Mariola a Lúa y Carolina. La primera es la hija de Helena Mariño y recuerda Mariola emocionada que cuando le preguntaban en el colegio dónde vivía, respondía que en Fexdega por las muchas horas que pasaba allí con su madre. Carolina es su hija y sostiene Mariola que tiene un carácter, y un talante especial, para meterle el virus del baloncesto a los niños de la escuela. De casta le viene al galgo, es evidente