Ajos machos en la romería de A Lanzada

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

Martina Miser

La playa más larga de O Salnés tiene fama de ser afrodisíaca y fertilizante

21 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La noche mágica de A Lanzada marca el final oficioso del verano festivo en la comarca y el comienzo del otoño. Bueno, eso era antes porque ahora, con el tiempo enloquecido, nadie sabe cuándo empiezan y cuándo acaban las estaciones, y menos en O Salnés. El caso es que el próximo fin de semana, del 26 al 28 de agosto, se celebra la romería de A Lanzada con su tradicional baño de las nueve olas en la medianoche del sábado, una tradición secular que, ya saben, consiste en bañarse esa noche, recibir la embestida de nueve olas en el vientre y procurar así la fertilidad, que deberá sustanciarse a continuación, si es posible, en los alrededores de la ermita y si no, en casa o donde sea menester.

La romería de A Lanzada fue recreada cinematográficamente en la película Divinas palabras, basada en esta tragicomedia de aldea de Valle Inclán, con Ana Belén y Paco Rabal como protagonistas. Hace unos años, me acerqué por allí y fui a hablar con la máxima autoridad, el cura de San Estevo de Noalla, a la sazón don Leonardo Deschamps, que llevaba 26 años al frente de la parroquia. El padre Deschamps era de Culleredo, aunque descendía de una familia de franceses que se quedó por A Coruña cuando la Guerra de la Independencia. 

Don Leonardo me contó historias de mujeres que se creían estériles y con las olas y la sugestión, acabaron siendo fértiles. Aunque no se descartaba que la temperatura del agua influyera en el milagro pues hay que recordar que el agua de A Lanzada es la más fría de la Península Ibérica: un grado menos que la de las Rías Altas, nueve menos que el agua del Mediterráneo en Cadaqués y dos grados menos que el Cantábrico en Gijón.

Nacida nueve meses después

Conocí también a una muchacha de Vilanova que nació a los nueve meses de que su madre se bañara en las aguas frías de A Lanzada en la noche del último sábado de agosto. Recuerdo la romería, con 40 autobuses aparcados en los alrededores, la misa de don Leonardo sobre el palco donde la noche anterior había cantado María Montana y una impresionante cola de 260 personas que aguardaban su turno para entrar en la capilla, empuñar una escoba y barrer tras el altar para espantar el meigallo.

Me llamaron mucho la atención una tómbola donde se rifaban cacatúas, una muchacha que pegaba fotocopias de cristos y de vírgenes de colores en un espejo, colocaba dos ampollas con margaritas a cada lado y una vela en medio y vendía aquellos colages como si fueran rosquillas. También había una multitud de señoras cogiendo agua de la playa de las nueve olas con botellas de plástico y una chica morena que me vendió una bolsita de ajos machos asegurándome que eran afrodisiacos.

Si van por A Lanzada el próximo fin de semana, no crean que se van a encontrar un ambiente muy diferente al descrito por Valle Inclán. Estas romerías tienen una fuerza tradicional inusitada y parece como si no pasara el tiempo por ellas. Quizás se deba a las fuerzas telúricas y mágicas que actúan en esa playa formidable de 2.400 metros de largo y 300 de ancho en la bajamar con sus espacios bien definidos desde hace lustros: a la derecha según se llega desde Vilagarcía, se bañan quienes viven o veranean en O Grove y San Vicente. La parte central de la playa es la favorita de quienes vienen desde Vilagarcía o Santiago y en la zona más cercana a la ermita de la Virgen y a la playa de las olas mágicas se instalan los pontevedreses y los madrileños de Portonovo. 

Siguiendo con ese cóctel de agua de mar, olas fertilizantes, pasiones desbordadas y ajos afrodisiacos, recuerdo una polémica que dio mucho juego años atrás cuando el BNG de O Grove pidió que se iluminara la nueva rotonda de A Lanzada. Hubo un movimiento en contra liderado por las parejas motorizadas que acostumbraban a ocupar una vieja lengua de asfalto que permitía estacionar mirando al mar. Sin farolas, aquel territorio magnético predisponía a la concupiscencia. Iluminado, perdía su encanto.

Webcams contra el poliamor

Se barajó entonces instalar unas webcams y esto irritó más a las parejas con el agravante de que llovía sobre mojado: los más veteranos recordarán que fue también en los años 90 cuando la Junta del Puerto de Vilagarcía barajó cobrar a los coches que estacionaran por la noche en la entonces definida como erótica explanada TIR. Aquel pago recibió el nombre de Impuesto Amoroso, aunque nunca llegó a aplicarse ante las protestas de novios y adelantados de lo que hoy ha dado en llamarse poliamor.

Jesús Puente, embajador del amor en la España televisiva de los 90, también está relacionado con A Lanzada por un anuncio de atún que grabó en el extremo occidental de la playa, un arenal blanco que solo quedaba libre con la bajamar. Tras el anuncio, Jesús Puente vino a Vilagarcía con su caravana del amor, grabó la declaración de un novio arrepentido en un salón del hotel Castelao, lo reunió con su exnovia, que era camarera de un bar de A Baldosa, en la cafetería del Centro Comercial A Xunqueira y la historia acabó bien sin necesidad de emplear ajos machos.