El fuego que quema Xiabre es el más voraz desde la catástrofe del 2006

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

Martina Miser

Las 450 hectáreas que calcula la Xunta rebasan la superficie destruida hace diez años

06 ago 2022 . Actualizado a las 08:48 h.

El incendio que acaba de arrasar la falda sur del monte Xiabre es ya el más destructivo que ha padecido el tándem forestal que conforman Vilagarcía y Caldas desde el pavoroso infierno de llamas y humo que se desató en el 2006. Las 450 hectáreas que la Xunta contabiliza en su balance más reciente se quedan lejos de las tres mil que resultaron calcinadas hace 16 años, y meses después provocaron como efecto colateral las peores inundaciones que se recuerdan en la ciudad. Pero rebasan en un 50 % las 300 que ardieron en el último gran siniestro de esta características: el que tuvo lugar en agosto del 2016 y se llevó por delante 300 hectáreas.

Mientras Vilagarcía peleaba ayer foco a foco para evitar rebrotes al pie de muros de fincas y viviendas en Castroagudín, O Vento o Aldea de Arriba, donde los habitantes de una treintena de viviendas fueron desalojados durante una noche interminable, algunos datos invitan a la reflexión. El primero es la escalofriante similitud entre lo que ocurrió hace seis años y el siniestro que se originó el jueves. Ambos comenzaron en Saiar por la tarde, en una jornada de viento fuerte y caprichoso tras una prolongada sequía. El fuego acabó descendiendo hacia Vilagarcía con puntualidad matemática. Algo sucederá en la parroquia de Caldas.

Martina Miser

También en Tremoedo. El despliegue de medios en Xiabre permitió una rápida reacción ante el fuego que poco antes de las doce se originó en Tremoedo, con los viñedos a la vista. Las brigadas de Medio Rural lo extinguieron con un firme apoyo, después de que hubiese quemado seis hectáreas.

En el polígono de O Pousadoiro y sus inmediaciones las empresas le vieron las orejas al lobo. No solo DS Smith o Cepillos Mariño, sino también Kemegal, obligada a retirar buena parte de sus productos, o Cuevas. Los responsables de la firma metalúrgica aprendieron la lección del 2016 y mantenían limpio de maleza el perímetro de sus instalaciones. «Esto, unido al trabajo de los equipos de extinción por la noche, evitó un desastre», explican sus responsables. Las llamas llamaron a su puerta, pero no entraron, como sí hicieron en la chatarrería de la otra orilla de la carretera, que fue arrasada por completo. La limpieza, por lo tanto, no es ninguna tontería. Por fin, ante la angustia de los vecinos sobre los que se abatía el desastre —«es insoportable», reconocía con la voz tomada una mujer en Aldea de Arriba— cabe pensar en la forma de impedir que estos pequeños núcleos se conviertan en ratoneras.