O Moscón, siete décadas de taberna portuaria

LETICIA CASTRO O GROVE / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

El negocio, que se fundó en los años 50 para dar servicio a los marineros de O Grove, atesora mil batallas

25 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Corría el año 1997 cuando Luciano Barreiro decidió hacerse cargo de O Moscón, el bar más diminuto de O Grove, que cuenta exactamente con doce metros cuadrados, una pequeña barra y muchas reliquias. Situado estratégicamente en el puerto de O Grove, al lado de la lonja de pescadores, es punto de encuentro de muchos marineros. De hecho, se dice que nació precisamente para darles servicio, allá por el año 1955, así que ha sido testigo de muchas historias. Fue Francisco Costa el encargado de abrir el negocio, que es, según explica Luciano, una concesión administrativa de Portos de Galicia: «Así que aquí seguiremos ata que nos boten», dice, esperando poder jubilarse entre estas paredes que acumulan mil batallas.

En sus orígenes el bar abría al amanecer para dar servicio a las gentes del mar, a eso de las cinco de la madrugada. Allí tomaban sus primeros cafés o sus «copiñas mescladas», como apunta Teresa González, nieta del fundador, quien recuerda también que el bar estaba decorado con pinturas de Pepe O Lura. Allí tanto se hablaba de barcos como de política, o de cualquier asunto de actualidad del momento. Era punto de reunión, también, para las mujeres de los marineros, que acudían «coas súas patelas», y esperaban pacientes la llegada de sus maridos.

Un rincón que cumple nada más y nada menos que 67 años, veinticinco de ellos de la mano de su actual propietario, Luciano, que llegó de Sanxenxo a O Grove por amor, según confiesa, y se puso al mando de tan singular establecimiento. Un local al que no deja de llegar gente a todas horas, da igual que sea la del café o la del chupito, porque empieza a funcionar a las diez de la mañana. Es un buen momento para empezar la jornada, puesto que ahora la lonja ya no funciona por la noche. «Antes si había outros horarios, por iso abrían o bar xa de madrugada, os tempos cambiaron», relata. Luciano reconoce que su contacto con el negocio «empezou sendo algo transitorio, porque tiña outro traballo, e acabou por ser o meu medio de vida». Y no se arrepiente.

Un día como hoy, viernes, cuando hay mercado ambulante, es incluso complicado encontrar una silla. O Moscón tiene una clientela muy fiel, pero tremendamente variada. Desde políticos de todos los colores, marineros, pescantinas y mucha juventud, porque, a pesar de sus proporciones, el bar dispone de una buena terraza que hace las delicias de los clientes en los días de sol. Es un sitio de paso al que acuden también los turistas que quieren saber del pueblo. Los visitantes son sabios y se huelen que este es el lugar indicado para preguntar. Pero quien le da entidad al local es, sin duda, la gente mayor, marineros jubilados, con mucha sabiduría, de la que Luciano ha escuchado mil y una anécdotas: «Quero facer unha mención de feito a un cliente recentemente desaparecido, don Juan, ao que lle chamabamos cariñosamente Míster Jones; sempre contaba historias de cando ía navegar, un cliente moi fiel».

Los habitantes del Moscón son tan variados como uno se pueda imaginar, y su magnetismo atrae también a cocineros como Javi Olleros, el chef de Culler de Pau, quien acude regular a su cita todas las semanas: «Vén todos os martes, porque lle encanta o ambiente que atopa sempre». Está claro que lo importante es quienes lo habitan.

La temporada alta del negocio se despliega, sin duda alguna, durante la Festa do Marisco, y el bar es uno de los epicentros del evento, motivo por el cual también han pasado por aquí importantes personalidades como Arguiñano, Joselito, El Fary o Kiko Veneno, entre otros muchos. Así que Luciano confía en que este año sí pueda celebrar sus 25 años de O Moscón en una nueva edición del famoso certamen gastronómico, «que despois de dous anos de pandemia, xa toca».

Aquella arquitectura marinera. Así era O Moscón cuando se fundó. Los mismos metros, pero algo distinto en su exterior, ya que entonces conservaba la arquitectura marinera de la época. Siete décadas después, continúa con la misma filosofía, sus cafés, quintos y copas, acumulando historias que transmitir a la chavalada.