Una comarca que no para de tender puentes

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

Sobre los ríos, sobre la ría: en Arousa hasta los viaductos tienen su arte y su historia

19 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Tienen un fin práctico evidente: unir dos puntos separados por algún tipo de obstáculo geográfico. Sin no fuese por esa dimensión útil, los romanos no habrían construido hace veinte siglos el puente que cruza el río Ulla, uniendo las provincias de Pontevedra y A Coruña y las vidas de las tierras que hoy son Pontecesures y Padrón. La estructura -trece arcos de medio punto rebajados- iba a dar servicio al puerto de Iria Flavia. Pero, como toda la red de obras públicas del Imperio, iba también a contribuir a introducir en el territorio los valores de la gran potencia mediterránea.

Y es que los puentes son útiles para el tráfico de personas y de bienes, pero con unas y con otros se mueven, también, las ideas, las culturas. Tanto es así, que esas estructuras se han convertido en un símbolo de acercamiento y de contacto, de mestizaje. Que se lo pregunten, si no, a los vecinos de A Illa. Muchos de ellos aseguran añorar aquellos tiempos en los que esta localidad arousana carecía de puente que lo uniese «al continente». Eran, como siempre se nos antojan los pasados, «tiempos mejores» en los que el espíritu carcamán era robusto y la idiosincrasia isleña, pura. Teniendo en cuenta la saturación que vive esta localidad cada verano, puede llegar a entenderse esa añoranza del pasado. Pero, llegados a este punto, no debemos olvidar cómo fue bautizado el puente por los vecinos de A Illa en los ochenta para referirse al viaducto: «A chave para 6.000 presos». Sobran las palabras.

Ese viaducto que liberó los movimientos de A Illa se ha convertido en una de las bellas estampas de la ría. No es el único puente que, por su estética, se ha convertido en un referente de Arousa. En O Grove se construyó, hace más de un siglo, en 1908, el que en sus tiempos fue el primer puente levantado utilizando hormigón. Es el que une la villa meca con la pequeña y lujosa isla de A Toxa. Su estética adquirió tal valor simbólico que, cuando fue preciso reformar el viaducto, se puso en marcha un ambicioso proyecto para mantener su imagen. Sus pilastras, su balaustrada y sus farolas pueblan las fotos que toman los turistas, sorprendidos por el trabajo silencioso que, a los pies de tan hermoso monumento, realizan las mariscadoras.

Un puente implica, siempre, una toma de decisión (cruzarlo o no). Y toda toma de decisión supone asumir la responsabilidad que esta arrastra. Ese peso de la responsabilidad se palpa bien en la historia del puente de Os Padriños, que cruza el Umia para unir Vilanova y Ribadumia. Alrededor de ese viaducto, que unos dicen romano, otros medieval, se desarrolla desde hace siglos un ritual de fertilidad, por el que las mujeres que tienen problemas para concebir o alumbrar a sus hijos buscan la protección de desconocidos que cruzan el puente. Al puente de Os Padriños le surgió, hace años, competencia: se construyó a poca distancia un puente sobre el río que pretendía aminorar el paso de vehículos sobre la vetusta estructura de piedra. Su éxito ha sido relativo.

El que sí ha triunfado es el viaducto construido sobre el Ulla, entre Catoira y Rianxo, para facilitar el paso del AVE. Se trata de una estructura inmensa; es el puente metálico más largo de Europa; ha cosechado un sinfín de premios y supuso todo un desafío técnico y ambiental. Cada día, los viajeros que llenan los vagones de los trenes lo cruzan en apenas unos segundos, sin tiempo para disfrutar de las vistas.