Pero lo cierto es que esa playa grandota de arena basta, que acaba de conseguir de nuevo su bandera azul, es un emblema de la ciudad. Miles de gallegos conocieron de niños Vilagarcía porque sus padres los traían a visitar Fexdega y a bañarse en la playa de Compostela. Y la gracia de nuestra playa no es cosa de un día, sino de muchos lustros. Fue un 17 de julio del año 1888, cuando las crónicas periodísticas contaron la inauguración del maravilloso balneario de la playa de Vilagarcía, un edificio de singular arquitectura chinesca que venía a completar el atractivo de aquella villa cuyo muelle de hierro y cuyos palacetes del Casino o A Comboa merecían el privilegio de representar en postales la belleza del lugar. Aquel balneario instalado sobre la playa tenía un elegante restaurante con mesas de mármol, un acogedor gabinete de lectura, un mirador, billar romano, tocador de señoras, divanes, vidrieras, piano... Y 60 habitaciones para recibir baños medicinales de pila, placer y algas. No es de extrañar que tanto lujo, profusamente descrito en las revistas de la época, acabara formando parte del imaginario colectivo, que asoció y asocia la playa de Vilagarcía con un lugar selecto, aunque al final se haya convertido en un arenal cuya gracia principal es la comodidad y que se puede venir en tren, fresquito, cómodamente y sin padecer el agobio de la carretera y de la búsqueda de aparcamiento.
La Compostela es hoy un complemento del paseo marítimo. Tiene su gracia pasear sobre las baldosas con la arena al lado, también es única cuando la bajamar deja al descubierto los viveros de Carril y los turistas se quedan extasiados ante una singularidad tan llamativa como esas parcelas donde cada mariscadora cultiva sus almejas. Con la nueva realidad y la distancia social, nuestra playa grande, descomunal, casi exagerada, ofrece la ventaja de que caben muchos bañistas guardando las distancias convenientes. Como postal, no tiene precio: desde las faldas del Xiabre, desde un dron o desde los dos extremos, las fotografías panorámicas de la Compostela nos regalan una imagen de Vilagarcía tentadora. Y ahora, con la bandera azul, nuestra playa accede al Olimpo de los grandes arenales.