Los elefantitos de la suerte de Mamadou

Antonio Garrido Viñas
Antonio Garrido VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

ALBERTO LÓPEZ

En Barcelona, el sindicato de manteros se activó durante la pandemia para construir mascarillas y coser batas para repartir gratis

31 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

No hay muchos más datos sobre él. Al menos no entre a quien se le ha podido preguntar. Queda el recuerdo de que era de Senegal, de que hablaba varios idiomas y de que en su país había estudiado medicina. Ah, bueno, y que cuando sonreía «se iluminaba todo el bar aunque estuviera a oscuras», dice Marta. El asunto es que a pesar de esa sonrisa, de hablar varios idiomas y de haber estudiado medicina, tuvo que dejar su país (tuvo que dejar su todo, en realidad) para lanzarse a la aventura de buscar, no un futuro mejor, sino sencillamente un futuro, en un viaje que en su caso acabó en Vilagarcía como pudo haberlo hecho en cualquier otro lado. O, como en el caso de muchos miles de sus compatriotas (esta estadística sí que es imposible de hacer) simplemente no acabar. Mamadou (lo llamaremos así porque su nombre también ha pasado al olvido y ese es el más habitual en su país de origen. Lo sabemos porque Internet tiene respuestas para casi todo excepto para saber con fiabilidad el número de fallecidos en estos viajes) se buscaba la vida como la inmensa mayoría de sus compañeros. Te ofrecía alguna pulsera de ese plástico cuerificado, colgantes, a veces sombreros, y aquellos elefantitos de la suerte. «Quedátelo para ti. Es gratis». Es toda una paradoja que se ponga a repartir suerte quien parece que la necesita más que tú. Quizás porque entiende que él ya ha cubierto su cupo. Y ahora habrá muchos que digan que no es así, que esos elefantitos no dan suerte y que es solo una manera de intentar camelarte. Pues muchas gracias por sacarme de esa confusión. No lo necesitaba. La conversación solía acabar con un «no te compro nada. Tómate algo». Muchas veces el ofrecimiento se quedaba en eso y otras en un «bueno». Dependía de cómo hubiera ido el día. «Comme çi comme ça» era la respuesta habitual. Y luego resplandecía el local con su sonrisa.

El comme çi comme ça llegaba después, o muchas veces antes , de tener que aturar a chavales pasados de todo intentando vacilar, cuando no robarlo directamente, con alguno de los productos que Mamadou (habíamos quedado en que lo íbamos a llamar así) portaba con una extraordinaria habilidad en sus manos. El vacile, el racismo y todas esas cosas que solían acompañarle en su día a día habitual. Un día a día, que, como el de todos, se quebró con el covid-19. O no. En Barcelona, el sindicato de manteros se activó durante la pandemia para construir mascarillas y coser batas para repartir gratis. Cambiaron los elefantitos por las mascarillas, pero siguieron repartiendo suerte porque sí.

Con la desescalada, han vuelto a verse por las calles ofreciendo alguna pulsera de ese plástico cuerificado, colgantes, a veces sombreros, y esos elefantitos de la suerte. Pero todavía nos les han llegado esas sonrisas que iluminaban todo un bar.